EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Somos lo que miramos. El ojo, una ventana directa al alma

  ¿Pensamos alguna vez que miles de imágenes entran diariamente en nuestro interior más profundo sin que podamos controlar su entrada? El ojo es una de las pocas ventanas abiertas continuamente a nuestro interior sobre la que no tenemos control. Posiblemente recordemos algunas circunstancias en la que una imagen terrorífica o muy desagradable nos ha hecho cerrar los ojos o apartar la mirada. Esto demuestra que tenemos control sobre la mirada, pero no es absoluto: la primera imagen que hemos visto ya ha entrado en nuestro interior y se va directamente a nuestra memoria. También a nuestra alma. Y allí deja una marca. 

La marca en la memoria es algo difusa, pero evoca fácilmente al objeto mirado. Pero la marca en el alma deja una huella mucho más profunda. No sólo es gráfica, sino que va acompañada de emociones, sentimientos e instintos. Por así decirlo, su evocación desencadena en nosotros muchas reacciones psicológicas, probablemente con las mismas características y casi intensidad que la reacción que tuvimos al observar la imagen inicial. El símil más parecido lo encontramos en aquel aroma que muchos años después de haberlo olido por última vez nos evoca bruscamente las imágenes a las que iba asociado.

  Nos encontramos, por tanto, ante dos ventanas permanentemente abiertas sobre las que no tenemos todo el control. El problema de estas ventanas es que no le damos importancia a la mirada porque pensamos que la podemos controlar, pero realmente no es así. ¿Podemos apartar la mirada de un objeto o una persona seductora? ¿Podemos apartar la mirada de un postre irresistible?  ¿Podemos apartar la mirada de una imagen o un suceso morboso? ¿Podemos apartar la mirada de nuestra adicción: el tabaco, el futbol, el chat, la pornografia, etc? Creemos que somos dueños de nuestra mirada, pero no lo somos. Y creemos que somos libres porque elegimos lo que vemos, pero realmente no es así. Realmente algunas personas, objetos o hábitos nos han cautivado previamente y nos hemos habituado a ellos. Posiblemente hemos elegido al principio, pero ya no somos libres para dejarlo, justificándonoss puerilmente con la pregunta ¿por qué tengo que dejarlo? La pregunta, más que una afirmación de la libertad individual, encubre la incapacidad para decir que no. Por tanto, dicha persona se quedará al descubierto cuando le preguntemos ¿Puede usted dejar de fumar los días que yo le diga? ¿Puede dejar usted de ver su programa favorito los días que yo le diga? ¿Puede usted dejar de chatear los días que yo le diga? No reconocerá que no puede hacerlo. Nos dirá simplemente: ¿para qué dejar algo que me gusta?

   El problema de estas adicciones, como toda dependencia, no és solo que han creado una esclavitud, sino que nos roban muchos segundos de nuestra vida y que, en este caso, nos inundan de imágenes nuestra alma y nuestra mente. El problema mayor surge cuando estas imágenes cobran vida propia en nuestro interior, de manera que se trasladan a nuestra conducta. Es decir, se asimila en nosotros lo que vemos. Y, de alguna manera, nos convertimos en ello.

  Citaré un ejemplo burdo: si usted es aficionado a los programas de telebasura probablemente se haga igual de soez que muchos de los famosillos que aparecen en ellos. Probablemente ya era igual que ellos y, por tanto, ahora se encuentre en su hábitat natural. Pero a lo mejor usted piensa que no es como ellos y nunca lo será. Pero no se extrañe, algo se le pegará porque se alimenta diariamente de sus ordinarieces, chabacanerias, groserías, violencias, faltas de respeto y de educación. Usted consume diariamente toneladas de imágenes soeces y basura que tarde o temprano, cuando menos se lo espere, pasarán a su conducta. El problema es que acabará viendo como normal lo que no lo es. Usted me argumentará que dichas actitudes groseras son más comunes y habituales de lo que este pretencioso bloguero piensa, pero yo le diré que pese a que sean frecuentes, siguen sin ser normales. Lo frecuente no tiene porqué ser natural o normal. 

 Y ahora cito un ejemplo que contrasta con el anterior. Si cada día dedicamos un rato a contemplar al Señor, ante el sagrario o en la Eucaristia, poco a poco nos transformaremos en Él y nos haremos santos, como Él. Cristo nos inundará del Espíritu Santo, de Sus actitudes, de Sus palabras, de Su mirada, de Sus sentimientos. Y cuando menos se dé usted cuenta, repetirá una actitud de Jesús. Un buen día mirará a su enemigo como nunca lo había mirado antes, viendo el profundo sufrimiento que hay en su interior. Un buen día podrá perdonar a su marido, a su mujer, a sus padres, a sus hijos o a sus suegros/cuñados sin saber porqué. Lo hizo porque la imagen de Jesucristo resucitado ha pasado a su alma. Pero no sólo su imagen lo ha hecho. Ha entrado Él mismo en usted y ha acabando pasando a su conducta. En definitiva, ha hecho morada en su interior. 


 Ante estas reflexiones sólo nos cabe meditar: ¿a dónde dirigimos nuestra mirada cada día?


  "La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está luminoso; pero cuando está malo, también tu cuerpo está a oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad" (Lc 11, 34s)

  "Hay que ayunar de miradas. El ayuno será un guardián en los ojos, esas ventanas por las que entran tantas cosas, para que no vea el mal, sino el bien. Porque todo lo que veo se deposita en mi corazón y deja poso. Si veo cosas malas, mi corazón sentirá cosas malas" PADRE JOZO ZOVKO. Extracto de la entrevista del libro Medjugorje, de Jesús García. Editorial Libros Libres

  "El silencio de los ojos nos ayudará a ver a Dios. Nuestros ojos semejan dos ventanas por las cuales puede entrar Cristo o el mundo. A veces necesitamos coraje para mantenerlos cerrados. Mantengamos el silencio del corazón. Como la Virgen, que todo lo conservaba en su corazón" MADRE TERESA DE CALCUTA. La alegria de darse a los demás Editorial San Pablo, 1978

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Analgésicos o antibióticos. Relajación o adoración

  ¿Cómo te curarias una infección? ¿Con un analgésico o con un antibiótico? Supongo que sabrás que el analgésico (paracetamol) elimina los síntomas, pero no la enfermedad. Sin embargo, el antibiótico (amoxicilina) elimina la causa de la enfermedad.  Y sana a la persona. La libra de la muerte.

  Uno de los grandes problemas que tiene nuestra sociedad secularizada es que sus enfermedades las trata con analgésicos. Nuestra sociedad tiene muchas enfermedades, pero las más peligrosas son espirituales. La secularización ha llevado a la persona a romper con Dios. Por tanto, ella asume totalmente toda la carga de su vida. Eso hace que sobre la persona recaigan tensiones y pesos insoportables que acaban desequilibrando/desquiciando a la persona: estrés, ansiedad, depresión, adicciones, violencia, etc.

Son auténticas enfermedades tan letales como una infección mal curada. Una depresión prolongada, en un determinado momento, puede llevar al suicidio. Y no hablemos de las consecuencias mortales que puede provocar el estrés. Son auténticas infecciones que anidan en el alma de la persona. Cuando todavia no tienen un componente patológico, el paciente siente los primeros síntomas, pero los trata con analgésicos: deporte, fitness, evasión o terapias relajantes como pilates, spa o yoga. 

El problema es que estas salidas no dan respuesta ni solución al problema del sufrimiento de la persona: sólo la aplazan. La persona sufre ansiedad o estrés cuando tiene un jefe o compañeros de trabajo que no soporta; hijos a los que no sabe cómo educar; padres insufribles; deudas que no puede pagar, etc. Una hora más o menos de pilates o de pesas no evitará que el lunes por la mañana volvamos a tener delante a nuestro jefe, nuestro paro, nuestras deudas o nuestra cama vacía. Estas salidas/evasiones sólo son analgésicos que enmascaran nuestra verdadera enfermedad, que es una infección que avanza lentamente sobre nuestra alma: el sufrimiento derivado de nuestro pecado (lejanía de Dios). Por ello, si la persona quiere curarse, tendrá que tomar antibióticos, no analgésicos. Deberá acercarse a Dios en vez de seguir tratamientos de relajación física. 

Si realmente quiere dejar de sufrir, tendrá que acabar de raíz con aquello que le hace sufrir: su pecado. Por ello, tendrá que volver a Dios, al Padre que da la Paz, que aconseja, que acoge siempre a sus hijos y que ilumina su historia. El Padre que cura a sus hijos de sus heridas, de sus infecciones mortales. Y es que el hombre se equivocó radicalmente desde el pecado original. Dios no nos quiere quitar la libertad, sino todo lo contrario: nos quiere hacer libres de verdad. Liberarnos de la dependencia al dinero o al sexo; liberarnos de la dependencia afectiva a los demás; liberarnos del miedo al jefe, porque el Padre nos enseñará a entender que si nuestro jefe es tan tirano es porque es igual de desgraciado que nosotros, etc.
 
Acercarse a Dios es curarse. Es como aquel que se acerca a una hoguera: aunque no lo pretenda, sentirá calor. Y cuanto más se acerque el fuego, más calor. Pues Dios es así. Él es Amor. Por tanto, en la medida que te acercas a Él, sientes su Amor. Y por tanto, desaparece de tí la tristeza, porque el Amor es incompatible con la tristeza. ¿Estás triste? Pues resulta que no ves el Amor. Y, por tanto, no tienes amor. ¿Quieres curarte? ¿Quieres una vida nueva? Déjate el SPA, el fitness, el gimnasio u otras evasiones/analgésicos similares. Y acude a la fuente de la vida. Ve a Jesucristo. Ve a la Eucaristia y aliméntate de ella. Y ve a adorar a Cristo delante del sagrario. Su Espíritu Santo, por la simple cercanía física, te sanará. Él es el antibiótico que necesitas si no quieres morirte de sufrimiento. 




   "¡Queridos hijos! En este tiempo en que pensáis en el descanso del cuerpo, os invito a la conversión. Orad y trabajad de modo que vuestro corazón anhele a Dios Creador, que es el verdadero descanso de vuestra alma y de vuestro cuerpo. Que Él os muestre su rostro y os dé su paz. Estoy con vosotros e intercedo ante Dios por cada uno de vosotros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" Mensaje de la Virgen en Medjugorje el 25 de Julio de 2008

 
  "Hay un tesoro escondido en la arena de nuestra alma y se tienen que hacer grandes esfuerzos para que encontremos ese tesoro divino en la arena. 
   Dios puso en nuestro ser todos sus misterios, en nuestra alma. La adoración es la exploración de los misterios de Dios que están en nuestro interior. 
   Este camino de la adoración es un camino sólo para valientes, porque la adoración es una valentía humana definitiva. Es el mayor acto de valentía humana. 
   Por ejemplo, cuando el deportista entrena, explora los límites de su capacidad física, de sus posibilidades. Tanto como explora, así crece. Adoración es entrenamiento del alma. Es explorar lo que es capaz de de hacer Dios en nosotros, y nosotros en Él. 
    Nosotros tenemos que estar sin cesar en adoración. Incensantemente. Nuestra vida debería ser adoración. 
    Cuando tú plantas una flor, exploras sus misterios. Tú has plantado la flor, pero esa flor ya estaba dentro de ti. Cuando un artista pinta un cuadro, entonces ¿dónde está la imagen, en su interior o en el lienzo? ¿O tal vez la música está en el instrumento o está en el alma del músico? ¿Dónde está el arte? Eso es la adoración: una exploración de la belleza divina dentro de nosotros" FRA SVETOZAR KRALJEVIC Extracto de la entrevista en el libro Medjugorje, de Jesús García. Editorial Libros Libres 2009

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El rosario: del retrovisor a la mano

  Cúantas veces he visto pasar junto a mí vehículos con esta imagen: un rosario colgando del retrovisor. Me da mucha alegria saber que hay cristianos que confian en la Virgen Maria y se ponen bajo su amparo para conducir.

Además, se muestran orgullosos de mostrar un signo de su identidad de cristianos. Doble alegria para mí. Pero muchas veces, al ver pasar estos coches, me pregunto: ¿cuántas de estas personas rezan habitualmente el rosario? 

Es una alegria ver signos cristianos en esta sociedad tan secularizada, pero las personas que utilizan el rosario como una especie de talismán protector en su retrovisor se quedan al principio del camino. No tengo ninguna duda de que la Virgen les protege. No tengo tampoco ninguna duda de que estas personas se reafirman en su fe mostrando a los demás este signo tan claro de la vivencia cristiana. Pero si no lo rezan, se pierden mucho más. Porque la oración cotidiana y sencilla a la Virgen nos salva de algo mucho peor que los accidentes: nos salva de la perdición a la que nos conduce el pecado y la tentación. Nos salva la vida para guardarnos para la vida eterna. 

  Por todo ésto, estimado lector, si tú eres de los que llevan colgando el rosario en el retrovisor, te hago una propuesta: la próxima vez que entres en el coche, coge el rosario, descuélgalo del retrovisor, agárralo fuerte con una mano y reza un misterio. Si no sabes rezarlo, reza varias Ave Maria seguidas mientras las vas siguiendo con las cuentas del rosario. Y una vez acabado el rezo, guárdate el rosario en un bolsillo. Te recomiendo que desde ese día lo lleves siempre encima, preferiblemente en la mano, y lo reces cuando puedas. A través de él le estarás dando la mano a la Virgen Maria. Y Ella te guiará en tu vida.

"¡Orad! Que el Rosario esté siempre en vuestras manos como signo para Satanás de que vosotros me pertenecéis" (Mensaje de la Virgen en Medjugorje el 25 de Febrero de 1988)

" Dios me ha enviado a vosotros para que os ayude. Si así lo queréis, aferraos al Rosario, que por sí solo puede hacer milagros en el mundo y en vuestras vidas" (Mensaje de la Virgen Maria en Medjugorje el 25 de Enero de 1991)


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El don de la alegría cristiana


Mc 7, 31-37  

   "La alegría es una de las características más importantes de la vida cristiana. Pero, ¿qué es la alegría? Santo Tomás de Aquino definía la alegría como la consecuencia del amor, es decir, es como si la alegría fuese el brillo que existe cuando hay amor. Y explicaba también que la alegría es tanto mayor cuanto mayor es el amor y cuanto más noble es aquello que se ama. De tal modo que a uno que le encantan los árboles, cuando se encuentra uno, lo ama y se alegra; pero si alguien se encuentra con u amigo, que es mucho más noble que un árbol, al amarle la alegría es mucho mayor. Concluye Santo Tomás diciendo que la alegría es, entonces, el encuentro con Dios, el amor a Dios. Cuando uno ama a Dios, la alegría es total. Pero hoy, leyendo estas lecturas, tanto la del Génesis, donde se describe el pecado original, como ésta del Evangelio según San Marcos, en la que el Señor, después de haber atravesado la Decápolis haciendo milagros, abre los oídos a aquel sordo, tenemos que añadir algo a esta consideración acerca de la alegría: la alegría más grande, efectivamente, está en el amor más grande, pero el amor más grande está en el amor que Dios nos tiene, es decir, que la alegría más grande ocurre cuando alguien reconoce que Dios le ama. Por eso cuando Cristo va extendiendo el amor de Dios, manifestado en gestos como los milagros, produce la alegría más grande, pues saberse amado por Dios es la mayor alegría, que nada puede superar. Nada puede ocultar la profunda alegría de saberse amado por Dios. Cuando uno se aparta de este amor que Dios nos tiene, sobreviene, entonces, la peor de las tristezas, que es el pecado, como contemplábamos en la lectura del Génesis.
  
  Vamos a pedirle al Señor que durante este día descubramos cómo Dios nos va amando, y así como ayer hacíamos referencia al agradecimiento , hoy vamos vamos a hacer hincapié en la alegría. Si ayer decíamos que ante el amor de Dios no cabe otra cosa sino agradecer, hoy podemos decir, ante el amor de Dios, que hemos de dejar que brote la alegría.

   El espíritu Santo viene en nuestra ayuda para que, en todo momento, descubramos el amor de Dios y nos alegremos profundamente, porque Dios nos ama" PABLO DOMINGUEZ PRIETO Hasta la cumbre. Testamento espiritual Editoral San Pablo (2009)




   "Vivir cotidianamente con alegría, enfrentar los problemas con esperanza realista y anunciar a Cristo con una sonrisa, sin miedo y con las ideas claras, es la mejor tarjeta de presentación del Evangelio. Porque, si el Evangelio es Buena Noticia, el mal humor es incompatible"

  "El Señor no quiere seguidores gruñones, ni malhumorados, ni entristecidos. No le gustan las procesiones de sauces llorones. No le agradan las letanías de resentidos. No quiere hermanos de la Cofradía del Perpetuo Suspiro. Los cristianos hemos recibido en el Bautismo la consigna de servir al Señor con alegría; el mal humor no es un buen conductor de la Buena Noticia del Evangelio"

   "No se puede anunciar el Evangelio a través de evangelizadores tristes», porque tratar a las personas con amabilidad, interesarnos sinceramente por ellas o tener buenos modales son, no sólo un requisito indispensable para anunciar a Cristo resucitado, sino también un paso previo para evangelizar en nuestro entorno inmediato"

   "En palabras de Juan Pablo II, «quien cree que Jesús es el Verbo encarnado, el Redentor del hombre, no puede menos de experimentar, en lo más íntimo, un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo...»"

 Extractos del artículo ¿Es cristiano? ¡Pues sonría..., por amor de Dios!, publicado en ALFA y OMEGA, num. 735  (28 Abril 2011)

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Juan Pablo II: "No tengáis miedo de mirarle a Él"




  He seguido por televisión todo lo relacionado con la beatificación de Juan Pablo II. En uno de los informativos que he visto se ha emitido un pequeño resumen del pontificado del también llamado Papa viajero. Y en ese resumen he visto unas imágenes que me han impactado: son los primeros segundos de este video (arriba). Me ha conmovido la fuerza con la que habló a los jóvenes de ese encuentro, instándoles a tener un encuentro personal con Cristo. 

La visión de esas imágenes me ha hecho ansiar la búsqueda en Internet de esa celebración multitudinaria, para oir más palabras de aquella homilia, suponiendo que tendrian la misma garra. Y no he quedado defraudado por un doble motivo. Primero, porque he encontrado el video. Y segundo, porque a partir de él, sabiendo que era un encuentro con jóvenes en Chile, he podido encontrar el texto de la homilia completa: una joya. Una auténtica joya del Papa. 

He podido seguir en directo a Juan Pablo II en alguna Jornada Mundial de la Juventud, pero  no recuerdo una intervención con tanta fuerza.  Además, bajo la dictadura de Pinochet. Pero esa homilia es más actual que nunca y sirve para cualquier joven de hoy en dia o para aquellos que ya vamos dejando la juventud a las espaldas.  Son las palabras más claras que hasta ahora he leído sobre la liberación que trae Cristo a todos los que se hacen uno con él, liberándolos de las opresiones y las esclavitudes. Una liberación, sí, pero basada en el Amor, no en la revancha contra el opresor. Probablemente hoy tenemos menos dictaduras militares, pero  tenemos muchas más dictaduras diarias del pensamiento único y del relativismo moral y cultural de muchos gobiernos, organismos y medios de comunicación que legislan y crean opinión contra la ley natural, la vida y la libertad religiosa.  

Animo al lector de estas lineas a que deje en un segundo plano las referencias  del Papa  a los jóvenes como  chilenos y acoja sus palabras como si hoy mismo, el ya Beato Juan Pablo II, se las estuviera dirigiendo en primera persona. Estoy seguro que ahora nos las diria con la misma fuerza que hemos visto en esas imágenes.

Discurso de Juan Pablo II a los jóvenes chilenos en el
Estadio Nacional de Santiago
Jueves 2 de Abril de 1987

 
      "Queridos jóvenes de Chile:

1.      He deseado vivamente este encuentro que me ofrece la oportunidad de comprobar en directo vuestra alegría, vuestro cariño, vuestro anhelo de una sociedad más conforme a la dignidad propia del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf.  Gén. 1, 26).  Sé que son éstas las aspiraciones de los jóvenes chilenos y por ello doy gracias a Dios.

He leído vuestras cartas y escuchado con gran atención y conmoción vuestros testimonios, en los que ponéis de manifiesto no sólo las inquietudes, problemas y esperanzas de la juventud chilena en las diversas regiones, ambientes y condiciones sociales. Habéis querido exponer lo que pensáis sobre nuestra sociedad y nuestro mundo, indicando los síntomas de debilidad, de enfermedad y hasta de muerte espiritual.  Es cierto: nuestro mundo necesita una profunda mejoría, una honda resurrección espiritual.  Aunque el Señor lo sabe todo, quiere que, con la misma confianza de aquel jefe de la sinagoga, Jairo -que cuenta la gravedad del estado de su hija:

"Mi niña está en las últimas" (Mc. 5, 23)-, le digamos cuáles son nuestros problemas, todo lo que nos preocupa o entristece.  Y el Señor espera que le dirijamos la misma súplica de Jairo, cuando le pedía la salud de su hija: "Ven, pon las manos sobre ella, para que sane" (Ibid.). Os invito pues a que os unáis a mi oración por la salvación del mundo entero, para que todos los hombres resuciten a una vida nueva en Cristo Jesús.

No sólo Chile tiene problemas.  Hay Chile, pero también existen otros países, otros pueblos, otras naciones que luchan contra la muerte.  Se debe rezar para lograr en ellas una vida nueva en Cristo Jesús.  El es la Vida.  El es el Camino.  Él es la Verdad.

2.    Deseo recordaros que Dios cuenta con los jóvenes, y las jóvenes de Chile para cambiar este mundo.  El futuro de vuestra patria depende de vosotros.  Vosotros mismos sois un futuro, el cual se configurará como presente según se configuren ahora vuestras vidas.  En la carta que dirigí a los jóvenes y a las jóvenes de todo el mundo con ocasión del Año Internacional de la Juventud, os decía: "de vosotros depende el futuro, de vosotros depende el final de este Milenio y el comienzo del nuevo.  No permanezcáis pues pasivos; asumid vuestras responsabilidades en todos los campos abiertos a vosotros en nuestro mundo" (n. 16).  Ahora, en este estadio, lugar de competiciones, pero también de dolor y sufrimiento en épocas pasadas, quiero volver a repetir a los jóvenes chilenos: ¡asumid vuestras responsabilidades!  Estad dispuestos, animados por la fe en el Señor, a dar razón de vuestra esperanza (cf. 1 Pe. 3, 15).

Vuestra mirada atenta al mundo y a las realidades sociales, así como vuestro genuino sentido crítico que os ha de llevar a analizar y valorar juiciosamente las condiciones actuales de vuestro país, no pueden agotarse en la simple denuncia de los males existentes.  En vuestra mente joven han de nacer, y también ir tomando forma, propuestas de soluciones, incluso audaces, no sólo compatibles con vuestra fe, sino también exigidas por ella.  Un sano optimismo cristiano robará de este modo el terreno al pesimismo estéril y os dará confianza en el Señor.

3.    ¿Cuál es el motivo de vuestra confianza?  Vuestra fe.  El reconocimiento y aceptación del inmenso amor que Dios continuamente manifiesta a los hombres: Dios, un Padre, que nos ama a cada uno desde toda la eternidad, que nos ha creado por amor y que tanto nos ha amado, a los pecadores, hasta entregar a su Hijo Unigénito para perdonar nuestros pecados, para reconciliarnos con Él, para vivir con El una comunión de amor que no terminara jamás. (Mensaje a los jóvenes, 30 noviembre, 1986, n. 2).  Sí, Jesucristo muerto, Jesucristo resucitado es para nosotros la prueba definitiva del amor de Dios por todos los hombres.  Jesucristo, "el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb. 13, 8).  Jesucristo continúa mostrando por los jóvenes el mismo amor que describe el Evangelio cuando se encuentra con un joven o una joven.

Así podemos contemplarlo en la lectura bíblica que hemos escuchado: la resurrección de la hija de Jairo, la cual -puntualiza San Marcos- "tenía doce años" (Mc. 5, 42).  Vale la pena detenernos a contemplar toda la escena.  Jesús, como en tantas otras ocasiones, está junto al lago, rodeado de gente.  De entre la muchedumbre sale Jairo, quien con franqueza expone al Maestro su pena, la enfermedad de su hija, y con insistencia le suplica su curación: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva" (Me. 5, 23).  "Jesús se fue con él" (Mc. 5, 24).  El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos.  Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a Él con fe. Poco más tarde llegan a decir a Jairo que su hija ha muerto. Humanamente ya no había remedio.  "Tu hija se ha muerto; ¿Para que molestar más al Maestro? (Mc. 5, 36).

El amor que Jesús siente por los hombres, por nosotros, le impulsa a ir a la casa de aquel jefe de la sinagoga.  Todos los gestos y las palabras del Señor expresan amor.  Quisiera detenerme particularmente en esas palabras textuales recogidas de los labios de Jesús: "La niña no está muerta, está dormida".  Estas palabras, profundamente reveladoras me llevan a pensar en la misteriosa presencia del Señor de la Vida en un mundo que parece como si sucumbiera bajo el impulso desgarrador del odio, la violencia, de la injusticia; pero, no.  Este mundo, que es el vuestro, no está muerto, sino adormecido.  En vuestro corazón, queridos jóvenes, se advierte el latido fuerte de la vida, del amor de Dios.  La juventud no está muerta cuando está cercana al Maestro, cuando está cercana a Jesús todos vosotros estáis cercanos a Jesús. He escuchado vuestras palabras, vuestras reacciones, todos queréis a Jesús, buscáis a Jesús, queréis encontrar a Jesús.

Seguidamente Cristo entra en la habitación donde está ella, la toma de la mano y le dice: "Contigo hablo, niña, levántate" (Mc. 5, 41).  Todo el amor y todo el poder de Cristo -el poder de su amor- se nos revelan en esa delicadeza y en esa autoridad con que Jesús devuelve la vida a esa niña y le manda que se levante.  Nos emocionamos al comprobar la eficacia de la palabra de Cristo: "La niña se puso en pie inmediatamente, y echó a andar" (Mc. 5, 42).  Y en esa última disposición de Jesús antes de irse -"que dieran de comer a la niña" (Mc. 5, 43)- descubrimos hasta qué punto Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, conoce y se preocupa de todo lo nuestro, de todas nuestras necesidades, materiales y espirituales.

De la fe en el amor de Cristo por los jóvenes nace el optimismo cristiano que manifestáis en este Encuentro, también en situaciones difíciles.

¡Sólo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas vuestras dificultades!  El verdadero mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las palabras de vida del Maestro: "Contigo hablo, levántate".

Estamos viendo cómo Jesús sale al paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas.  El milagro realizado en la casa de Jairo nos muestra su misericordia, su poder sobre el mal; es el Señor de la vida, el vencedor de la muerte. Comparábamos antes el caso de la hija de Jairo con la situación de la sociedad actual.  Sin embargo, no podemos olvidar que, según nos enseña la fe, la causa primera del mal, de la enfermedad, de la misma muerte, es el pecado en sus diferentes formas.

En el corazón de cada uno y de cada una anida esta enfermedad que a todos nos afecta: el pecado personal, que arraiga más y más en las conciencias, a medida que se pierde el sentido de Dios.  Sí, amados jóvenes, estad atentos a no permitir que se debilite en vosotros el sentido de Dios.  No se puede vencer el mal con el bien si no se tiene el sentido de Dios.  De su acción, de su presencia, que nos invita a apostar siempre por la gracia, por la vida, contra el pecado, contra la muerte.  Está en juego la suerte de la humanidad: "El hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre. ¡Contra el hombre!" (Reconciliatio et paenitentia, n. 18).

De ahí que tengamos que ver las aplicaciones sociales del pecado para edificar un mundo digno del hombre.  Hay males sociales que dan pie a una verdadera "comunión del pecado" porque, junto con el alma, rebajan consigo a la Iglesia y en cierto modo al mundo entero (cf.  Ibíd. n. 16).  Es justa la reacción de la juventud contra esa funesta comunión en el pecado que envenena al mundo.

Amados jóvenes.  Luchad con denuedo contra las fuerzas del mal en todas sus formas, ¡luchad contra el pecado!  Combatid el buen combate de la fe por la dignidad del hombre, por la dignidad del amor, por una vida noble, de hijos de Dios.  Vencer el pecado mediante el perdón de Dios es una curación, es una resurrección.  Hacedlo con plena conciencia de vuestra responsabilidad irrenunciable.

5.      Si penetráis en vuestro interior descubriréis sin duda defectos, anhelos de bien no satisfechos, pecados, pero igualmente veréis que duermen en vuestra intimidad fuerzas no actuadas, virtudes no suficientemente ejercitadas, capacidades de reacción no agotadas. ¡Cuántas energías hay como escondidas en el alma de un joven o de una joven! ¡Cuántas aspiraciones justas y profundos anhelos que es necesario despertar, sacar a la luz!  Energías y valores que muchas veces los comportamientos y presiones que vienen de la secularización asfixian y que sólo pueden despertar en la experiencia de fe, experiencia de Cristo vivo.  Sí, de Cristo muerto, Cristo crucificado, Cristo resucitado.

¡Jóvenes chilenos: no tengáis miedo de mirarlo a Él!  Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡mucho más, mucho más!  Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios.  Jesús es la palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia, cada una de ellas. Al contacto de Jesús despunta la vida.  Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte.  Vosotros tenéis sed de vida. ¿De qué vida? ¡De vida eterna!  Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida sino en quien es la Vida misma. ¡Él!

6.      Este es, amigos míos, el mensaje de vida que el Papa quiere transmitir a los jóvenes chilenos: ¡buscad a Cristo! ¡mirad a Cristo! ¡vivid en Cristo!  Este es mi mensaje: "que Jesús sea la 'piedra angular' (cf.  Ef. 2, 20) de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir.  No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora" (Mensaje a los jóvenes, 30 noviembre 1986, n. 3). ¿Qué significa construir vuestra vida en Cristo?  Significa dejaros comprometer por su amor.  Un amor que pide coherencia en el propio comportamiento, que exige acomodar la propia conducta a la doctrina y a los mandamientos de Jesucristo y de su Iglesia; un amor que llena nuestras vidas de una felicidad y de una paz que el mundo no puede dar (cf.  Jn. 14, 27), a pesar de que tanto la necesita.  No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo.  Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: "Contigo hablo, levántate" (Mc. 5, 41).

Mirad a Cristo con valentía, contemplando su vida a través de la lectura sosegada del Evangelio; tratándole con confianza en la intimidad de vuestra oración, en los sacramentos, especialmente en la Sagrada Eucaristía, donde él mismo se ofrece por nosotros y permanece realmente presente.  No dejéis de formar vuestra conciencia con profundidad, seriamente, sobre la base de las enseñanzas que Cristo nos ha dejado y que su Iglesia conserva e interpreta con la autoridad que de El ha recibido.



Si tratáis a Cristo, oiréis también vosotros en lo más íntimo del alma los requerimientos del Señor, sus insinuaciones continuas.  Jesús continúa dirigiéndose a vosotros y repitiéndoos: "Contigo hablo, levántate (Mc. 5, 41), especialmente cada vez que no seáis fieles con las obras a quien profesáis con los labios.  Procurad, pues, no separamos de Cristo, conservando en vuestra alma la gracia divina que recibisteis en el bautismo, acudiendo siempre que sea necesario al sacramento de la reconciliación y del perdón.

7.      Si lucháis por llevar a la práctica este programa de vida enraizado en la fe y en el amor a Jesucristo, seréis capaces de transformar la sociedad, de construir un Chile más humano, más fraterno, más cristiano.  Todo ello parece quedar resumido en la escueta frase del relato evangélico: "se puso en pie inmediatamente y echó a andar" (Mc. 5, 42).  Con Cristo también vosotros caminaréis seguros y llevaréis su presencia a todos los caminos, a todas las actividades de este mundo, a todas las injusticias de este mundo.  Con Cristo lograréis que vuestra sociedad se ponga a andar recorriendo nuevas vías, hasta hacer de ella la nueva civilización de la verdad y del amor, anclada en los valores propios del Evangelio y principalmente en el precepto de la caridad, el más divino y más humano de los preceptos.

Cristo nos está pidiendo que no permanezcamos indiferentes ante la injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la construcción de una sociedad más cristiana, una sociedad mejor.  Para esto es preciso que alejemos de nuestra vida el odio; que reconozcamos como engañosa, falsa, incompatible con su seguimiento, toda la ideología que proclame la violencia y el odio como remedios para conseguir la justicia.  El amor vence siempre, como cristo ha vencido, el amor ha vencido.  El amor vence siempre aunque, en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas pueda parecernos impotente; Cristo también parece impotente en la cruz, pero Dios siempre puede más.

En la experiencia de fe con el Señor, descubrid el rostro de quien por ser nuestro Maestro es el único que puede exigir totalmente, sin límites.  Optad por Jesús y rechazad las idolatrías del mundo, los ídolos que buscan seducir a la juventud.  Sólo Dios es adorable.  Sólo él merece vuestra entrega plena.

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo de la riqueza, la codicia de tener, el consumismo, el dinero fácil?

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del poder, como dominio sobre los demás, en vez de la actitud de servicio fraterno, de la cual Jesús dio ejemplo? ¿ Verdad?

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que lleva a la vida?  El ídolo que puede destruir el amor.

Con Cristo, con su gracia, sabréis ser generosos para que todos vuestros hermanos los hombres, y especialmente los más necesitados, participen de los bienes materiales y de una formación y de una cultura adecuada a nuestro tiempo, que les permita desarrollar los talentos naturales que Dios les ha concedido.  De ese modo será más fácil conseguir los objetivos de desarrollo y bienestar imprescindibles para que todos puedan llevar una vida digna y propia de los hijos de Dios.

8.    Joven, levántate y participa, junto con muchos miles de hombres y mujeres en la Iglesia, en la incansable tarea de anunciar el Evangelio, de cuidar con ternura a los que sufren en esta tierra y buscar maneras de construir un país justo, un país en paz.  La fe en Cristo nos enseña que vale la pena trabajar por una sociedad más justa, que vale la pena defender al inocente, al oprimido y al pobre, que vale la pena sufrir para atenuar el sufrimiento de los demás.

¡Joven, levántate!  Estás llamado a ser un buscador apasionado de la verdad, un cultivador incansable de la bondad, un hombre o una mujer con vocación de santidad.  Que las dificultades que te toca vivir no sean obstáculo a tu amor, a tu generosidad, sino un fuerte desafío.  No te canses de servir, no calles la verdad, supera tus temores, sé consciente de tus propios límites personales.  Tienes que ser fuerte y valiente, lúcido y perseverante en este largo camino.  No te dejes seducir por la violencia y las mil razones que aparentan justificarla. Se equivoca el que dice que pasando por ella se logrará la justicia y la paz.

   Joven, levántate, ten fe en la paz, tarea ardua, tarea de todos.  No caigas en la apatía frente a lo que parece imposible.  En ti se agitan las semillas de la vida para el Chile del mañana. El futuro, de justicia, el futuro de la paz, pasa por tus manos y surge desde lo profundo de tu corazón.  Sé protagonista en la construcción de una nueva convivencia, de una sociedad más justa, sana y fraterna.

9.      Concluyo invocando a nuestra Madre, Santa María bajo la advocación de Virgen del Carmen, Patrona de vuestra patria.  Tradicionalmente a esta advocación han acudido siempre los hombres del mar, pidiendo a la Madre de Dios amparo y protección para sus largas y, en muchas ocasiones, difíciles travesías.  Poned también vosotros bajo su protección la navegación, de vuestra vida joven no exenta de dificultades y Ella os llevará al puerto de la vida verdadera"


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