EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Adoración Eucarística


  "La adoración es la exploración de los misterios de Dios en nuestra propia alma. Hay un tesoro escondido en la arena de nuestra alma y se tienen que hacer grandes esfuerzos para que encontremos ese tesoro divino en la arena. Dios puso en nuestro ser todos sus misterios, en nuestra alma. La adoración es la exploración de los misterios de Dios que están en nuestro interior. Este camino de la adoración es un camino sólo para valientes, porque la adoración es una valentía humana definitiva. Es el mayor acto de valentía humana. Por ejemplo, cuando el deportista entrena, explora los límites de su capacidad física, de sus posibilidades. Tanto como explora, así crece. Adoración es entrenamiento del alma. Es explorar lo que es capaz de hacer Dios en nosotros, y nosotros en Él. Nosotros tenemos que estar sin cesar en adoración. Incesantemente. Nuestra vida debería ser adoración.
 
Cuando tú plantas una flor, exploras sus misterios. Tú has plantado la flor, pero esa flor ya estaba dentro de ti. Cuando un artista pinta un cuadro, entonces, ¿dónde está la imagen, en su interior o en el lienzo? ¿O tal vez la música está en el instrumento o está en el alma del músico? ¿Dónde está el arte? Eso es la adoración: una exploración de la belleza divina dentro de nosotros" 

FRA SVETOZAR KRALJEVIC. Extracto de la entrevista publicada en Medjugorje, de Jesús García. Editorial LIBROS LIBRES


 "En la adoración desaparece todo el mundo y quedamos solos El y yo. Y si no conseguimos quedarnos a solas El y yo, no hay encuentro verdadero (...) La Presencia Envolvente envuelve y asume al "yo", mejor, desvanece la adherencia a una imagen. Al quedar asumido el hijo por el Padre, el "yo" de aquél deja de ser el centro. Con esto, el hijo suelta todas las apropiaciones y adherencias, y queda libre. Y partiendo de la objetividad, comienza la transformación. (...) Llega Dios, arranca las máscaras, desnuda al "yo" de los ropajes artificiales y, de repente, el hijo se siente puro, libre, vacío, transparente, respirando en paz, viendo todo con claridad (...) Lo que le sucede aquí al adorador es un fugitivo vislumbre de lo que será nuestra eternidad" IGNACIO LARRAÑAGA. Muéstrame tu rostro. Ediciones San Pablo (1979)

"¡Queridos hijos! Hoy los invito a enamorarse del Santísimo Sacramento del altar. Adórenlo, hijitos, en sus parroquias y así estarán unidos con todo el mundo. Jesús será su amigo y no hablarán de Él como de alguien a quien apenas conocen. La unión con Él será para ustedes gozo y serán testigos del amor que Jesús tiene por cada criatura. Hijitos, cuando adoran a Jesús también están cerca de Mí. Gracias por haber respondido a mi llamada" Mensaje de la Virgen en Medjugorje el 25 de septiembre de 1995


La pasión de Cristo. Mel Gibson

"¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal la crucifixión―, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el Cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin  es  la  transformación  del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Desde siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del mundo. Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo:  la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida. Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal está ya, desde su interior, superada; en ella está ya presente la resurrección. La muerte ha sido, por así decir, profundamente herida, tanto que, de ahora en adelante, no puede ser la última palabra.

Esta es, por usar una imagen muy conocida para nosotros, la fisión nuclear llevada en lo más íntimo del ser; la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor sobre la muerte. Solamente esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los demás cambios son superficiales y no salvan. Por esto hablamos de redención:  lo que desde lo más íntimo era necesario ha sucedido, y nosotros podemos entrar en este dinamismo. Jesús puede distribuir su Cuerpo, porque se entrega realmente a sí mismo.
                                                                                                     
Esta primera transformación fundamental de la violencia en amor, de la muerte en vida lleva consigo las demás transformaciones. Pan y vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre. Llegados a este punto la transformación no puede detenerse, antes bien, es aquí donde debe comenzar plenamente. El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan para que también nosotros mismos seamos transformados. Nosotros mismos debemos llegar a ser Cuerpo de Cristo, sus consanguíneos. Todos comemos el único pan, y esto significa que entre nosotros llegamos a ser una sola cosa. La adoración, como hemos dicho, llega a ser, de este modo, unión. Dios no solamente está frente a nosotros, como el totalmente Otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en él. Su dinámica nos penetra y desde nosotros quiere propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que su amor sea realmente la medida dominante del mundo. Yo encuentro una alusión muy bella a este nuevo paso que la última Cena nos indica con la diferente acepción de la palabra "adoración" en griego y en latín. La palabra griega es proskynesis. Significa el gesto de sumisión, el reconocimiento de Dios como nuestra verdadera medida, cuya norma aceptamos seguir. Significa que la libertad no quiere decir gozar de la vida, considerarse absolutamente autónomo, sino orientarse según la medida de la verdad y del bien, para llegar a ser, de esta manera, nosotros mismos, verdaderos y buenos. Este gesto es necesario, aun cuando nuestra ansia de libertad se resiste, en un primer momento, a esta perspectiva. Hacerla completamente nuestra sólo será posible en el segundo paso que nos presenta la última Cena. La palabra latina para adoración es ad-oratio, contacto boca a boca, beso, abrazo y, por tanto, en resumen, amor. La sumisión se hace unión, porque aquel al cual nos sometemos es Amor. Así la sumisión adquiere sentido, porque no nos impone cosas extrañas, sino que nos libera desde lo más íntimo de nuestro ser" BENEDICTO XVI Homilia en la Santa Misa en la Explanada de Marienfeld (Colonia) con motivo de la XX Jornada Mundial de la Juventud. Domingo 21 de Agosto de 2005 


 Aquel sutil canto ante el sagrario


   "Tengo un recuerdo especial que atañe a la última visita apostólica que Juan Pablo II realizó en 1997 a la República Checa (...)  La primera noche, después de la llegada y la cena con los obispos, se dirigió a la capilla ante el Santísimo. Las religiosas le habian preparado un gran reclinatorio , pero el prefirió rezar en el banco. Yo lo acompañé, esperando fuera de la capilla. Al día siguiente, por la tarde, no pude acompañarlo a la capilla, a causa de compromisos y llamadas urgentes. Llegué después, cuando ya estaba arrodillado. Antes de entrar escuché una especie de música que no se distinguía, y cuando abrí silenciosamente la puerta, escuché que, arrodillado en el banco, cantaba en voz baja ante el sagrario. El Papa cantaba en voz baja ante el sagrario. El Papa cantaba en voz baja ante Jesús Eucaristía: el Papa y Cristo en la Hostia, Pedro y Cristo. Para mí fue algo conmovedor, una llamada muy fuerte a la fe y al amor por la Eucaristía, y a la realidad del ministerio petrino. No he olvidado jamás aquel débil canto, que era como un coloquio de amor con Cristo. Una sola vez he contado este episodio, en la República Checa, pero conviene que se conozca, mucho más ahora que se acerca su beatificación, porque muestra magníficamente que debemos tener un vínculo siempre vivo, íntimo y profundo con jesús, vivo en la Eucaristía. Y demuestra, en grado superlativo, que Juan Pablo II fue verdaderamente un enamorado de Cristo" GIOVANNI COPPA, cardenal diácono de San Lino. Aquel sutil canto ante el sagrario. L'Osservatore Romano. Edición Lengua Española. Número 16 (17/04/2011)

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