El Jardín de las delicias. El Bosco. Museo del Prado |
El infierno existe. Y probablemente esté lleno de personas que no creían en su existencia. Esta realidad la ha dado a conocer Dios a diversos santos en la historia, además de hacerlo Palabra suya en la Biblia. Y lo ha hecho para que creamos y nos salvemos. Además, nos ha dado a conocer su Divina Misericordia.
En primer lugar, conviene aclarar qué es el infierno. No es un sitio concreto sino una dimensión de la naturaleza humana. Lo explica muy bien Joseph Ratzinger en sus tiempos de profesor de teologia en Tubinga:
"El infierno, la existencia como negación definitiva del ser-para, no es un lugar geográfico concreto, sino una dimensión de la naturaleza, el abismo en que se precipita (...) La profundidad del infierno es algo que depende sólo y exclusivamente del hombre. Porque, hablando claro, el infierno consiste formalmente en que el hombre no quiere recibir nada, en que quiere ser autónomo. Es la expresión del enclaustramiento en el propio yo.
Esta profundidad, este abismo consiste, pues, en que el hombre no quiere recibir ni tomar nada, en que sólo quiere permanecer en sí mismo, bastarse a sí mismo. Si esta actitud se lleva al extremo, el hombre se vuelve intocable y solitario. El infierno consiste en que el hombre quiere ser únicamente él mismo, y esto se lleva a cabo cuando se encierra en su yo" JOSEPH RATZINGER Introducción al cristianismo (1968) Ediciones Sigueme (2004)
Pero el infierno no sólo es un concepto teológico. Es también una realidad conocida e incluso vivida temporalmente por diversos santos y videntes marianos en experiencias sobrenaturales.
Santa Faustina Kowalska, la monja polaca de la congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, recibió la visita frecuente de Jesucristo, que le transmitió su mensaje de Divina Misericordia al mundo. Y lo hizo durante los años 1925 y 1938. Todas sus vivencias las recogió en seis cuadernos que formaron parte de su Diario. Algunas de las visitas incluyeron la visión del cielo, el purgatorio y el infierno.
"El infierno, la existencia como negación definitiva del ser-para, no es un lugar geográfico concreto, sino una dimensión de la naturaleza, el abismo en que se precipita (...) La profundidad del infierno es algo que depende sólo y exclusivamente del hombre. Porque, hablando claro, el infierno consiste formalmente en que el hombre no quiere recibir nada, en que quiere ser autónomo. Es la expresión del enclaustramiento en el propio yo.
Esta profundidad, este abismo consiste, pues, en que el hombre no quiere recibir ni tomar nada, en que sólo quiere permanecer en sí mismo, bastarse a sí mismo. Si esta actitud se lleva al extremo, el hombre se vuelve intocable y solitario. El infierno consiste en que el hombre quiere ser únicamente él mismo, y esto se lleva a cabo cuando se encierra en su yo" JOSEPH RATZINGER Introducción al cristianismo (1968) Ediciones Sigueme (2004)
Pero el infierno no sólo es un concepto teológico. Es también una realidad conocida e incluso vivida temporalmente por diversos santos y videntes marianos en experiencias sobrenaturales.
Santa Faustina Kowalska, la monja polaca de la congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, recibió la visita frecuente de Jesucristo, que le transmitió su mensaje de Divina Misericordia al mundo. Y lo hizo durante los años 1925 y 1938. Todas sus vivencias las recogió en seis cuadernos que formaron parte de su Diario. Algunas de las visitas incluyeron la visión del cielo, el purgatorio y el infierno.
El 20 de Octubre de 1936, en unos ejercicios espirituales, un ángel le acompañó al Infierno:
"Hoy he estado en los abismos del infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que constituye el infierno, es la pérdida de Dios; el segundo, el continuo remordimiento de conciencia; el tercero, aquel destino no cambiará jamás; (160) el cuarto tormento, es el fuego que penetrará al alma, pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego puramente espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto tormento, es la oscuridad permanente, un horrible, sofocante olor; y a pesar de la oscuridad los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y el suyo; el sexto tormento, es la compañia continua de Satanas; el séptimo tormento, es una desesperación tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias. Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos, pero no es el fin de los tormentos. Hay tormentos particulares para distintas almas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma es atormentada de modo tremendo e indescriptible con lo que ha pecado. Hay horribles calabozos, abismos de tormentos donde un tormento se diferencia del otro. Habria muerto a la vista de aquellas terribles torturas, si no me hubiera sostenido la omnipotencia de Dios. Que el pecador sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por (161) toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningun alma se excuse [diciendo] que el infierno no existe o que nadie estuvo allí ni sabe cómo es. Yo, sor Faustina, por orden de Dios, estuve en los abismos del Infierno para testimoniar que sí existe (...) Me di cuenta de que el Infierno está poblado de almas que, aquí en la Tierra, no creían en él" DIARIO. Santa Maria Faustina Kowalska
Pero Sor Faustina no ha sido la única que ha tenido esta experiencia. También la tuvo María Valtorta, en 1944:
"La palabra "Odio" tapiza ese reino
inconmensurable; ruge en esas llamas; brama en las risotadas de los demonios;
solloza y aúlla en los lamentos de los condenados; suena, suena y suena como una
eterna campana que toca a rebato; retumba como un eterno cuerno pregonero de
muerte; colma todos los recovecos de esa cárcel; es, por sí misma, tormento
porque cada sonido suyo renueva el recuerdo del Amor perdido para siempre, el
remordimiento de haber querido perderlo, la desazón de no poder volver a verlo
jamás.
Entre esas llamas, el alma muerta, a igual que
los cuerpos arrojados a la hoguera o en un horno crematorio, se retuerce y grita
como si la animara de nuevo una energía vital y se despierta para comprender su
error, y muere y renace a cada instante en medio de atroces sufrimientos, porque
el remordimiento la mata con una maldición y la muerte la vuelve a la vida para
padecer un nuevo tormento. El delito de haber traicionado a Dios en el tiempo
terrenal está integralmente frente al alma en la eternidad; el error de haber
rechazado a Dios en el tiempo terrenal está presente integralmente para
atormentarla, en la eternidad".
Quizás la experiencia más conocida es la que relató Santa Teresa de Jesús cuatro siglos antes en el capítulo 32 de su Vida escrita por ella misma:
"Porque decir, que es un siempre estarse arrancando el alma, es poco; porque ahí parece que otro os acaba la vida, mas aquí el alma misma es la que se despedaza (...) porque estas paredes que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga: no hay luz sino todo tinieblas oscurísimas" VIDA ESCRITA POR ELLA MISMA. Santa Teresa de Jesús
En el siglo XIX, San Juan Bosco tuvo la experiencia del Infierno a través de uno de sus sueños proféticos, en 1860 y 1887:
En el siglo XIX, San Juan Bosco tuvo la experiencia del Infierno a través de uno de sus sueños proféticos, en 1860 y 1887:
"Después vi dentro de aquella cuba ingente, personas indescriptiblemente deformes. Los ojos se les salían de las órbitas; las orejas, casi separadas de la cabeza, colgaban hacia abajo; los brazos y las piernas estaban dislocadas de un modo fantástico. A los gemidos humanos se unían angustiosos maullidos de gatos, rugidos de leones, aullidos de lobos y alaridos de tigres, de osos y de otros animales" Las penas del Infierno. Sueño 150. Tomo XVIII El infierno Sueño 68. Tomo IX
De nuevo en el siglo XX, en 1917, los tres pastorcitos de Fátima a los que se les apareció la Virgen, pudieron ver el infierno. Sor Lucia, una de ellos, lo contaba así en una entrevista a una revista portuguesa:
Años más tarde, entre 1922 y 1938 la mística francesa Marthe Robin aceptó de Jesús su propuesta para revivir con Él su Pasión por la salvación del mundo. También conoció el infierno, entre otras experiencias sobenaturales (citado en Marta Robin, un milagro viviente P. Ángel Peña O.AR)
Posteriormente, en los años 80, unos niños bosnios, Vicka y Jakov, dos de los videntes de la Virgen en Medjugorje, fueron conducidos por Maria en una visita al Cielo, el Purgatorio y el Infierno. Vicka lo relata así:
"En el infierno hay un fuego enorme en el medio. Entonces, primero se ve cómo los que van allí estan en un estado normal, como son aquí en vida. Pero después de salir del fuego se convierten en una especie de animales, como si nunca hubieran sido humanos. Vimos que cuanto más profundo caían en el fuego, más blasfemaban contra Dios. La Virgen nos dijo que las personas que fueron al infierno, fueron allí por su propia voluntad, porque lo quisieron, y que las personas que viven aquí en la tierra, haciendo todo contra la voluntad de Dios, de esa manera viven un cierto infierno aquí en la tierra, y luego solamente lo continúan. La Virgen nos dice que hay muchas personas que viven en la tierra pensando que todo acaba cuando se mueran, pero ella dice que no, que nos engañamos si pensamos esto.Que aquí somos simples pasajeros, porque la vida continúa después" MEDJUGORJE. Jesús García. Ed Libros Libres (2009)
La revelación de lo sobrenatural no la ha hecho Dios solamente a través de la Virgen María. Hay personas concretas que, como resultado de una muerte temporal han podido acercarse al Infierno. Este es el sobrecogedor testimonio de Gloria Polo, una mujer colombiana abatida por un rayo el 5 de mayo de 1995 que cuando estuvo clínicamente muerta en la Unidad de Cuidados Intensivos experimentó una serie de vivencias sobrenaturales en las que pudo conocer el Infierno:
Continuación del video
En todo caso, recomiendo que vean su testimonio completo en otra nota de este blog:
Jaque mate, el delirio nihilista del hombre moderno
Y en la página web de Gloria Polo
Hasta aquí un repaso a las experiencias personales sobrenaturales del Infierno. Pero no hay que olvidar que la existencia del Infierno es dogma de la Iglesia Católica expresado de manera muy clara en el Catecismo, basándose en la Escritura y, en definitiva, en el mismo Jesucristo:
1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si no omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".
1034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga" (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse , y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles [...] que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41).
1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14):
«Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes"» (LG 48).
1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3, 9):
«Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos (Plegaria eucarística I o Canon Romano, 88: Misal Romano)
Como no me gustaria dejar un mal sabor de boca a quien lea ésto, le animo a que conozca toda la riqueza de los mensajes de la Divina Misericordia de Jesucristo a Santa Faustina Kowalska, toda la espiritualidad surgida de ella y la Encíclica Dives in Misericordia de Juan Pablo II.
Notas relacionadas en el blog:
El cielo
No hay comentarios:
Publicar un comentario