Santa Catalina de Génova |
La santa habla del camino de purificación del alma hacia la comunión plena con Dios, partiendo de su experiencia de profundo dolor por los pecados cometidos, frente al infinito amor de Dios (cf. Vita mirabile, 171v). Hemos escuchado el relato de ese momento de conversión, donde Catalina siente improvisamente la bondad de Dios, la distancia infinita entre su propia vida y esa bondad, y un fuego abrasador en su interior. Y este es el fuego que purifica, es el fuego interior del purgatorio. También aquí hay un rasgo original respecto al pensamiento de ese tiempo. En efecto, no se parte del más allá para describir los tormentos del purgatorio —como era habitual en esa época y quizás lo es todavía hoy— y luego indicar el camino para la purificación o la conversión, sino que nuestra santa parte de la experiencia interior de su vida en camino hacia la eternidad.
El alma —dice Catalina— se presenta a Dios todavía atada a los deseos y a la pena que derivan del pecado, y esto le impide gozar de la visión beatífica de Dios. Catalina afirma que Dios es tan puro y santo que el alma con las manchas del pecado no puede encontrarse en presencia de la divina majestad (cf. Vita mirabile, 177r). Y también nosotros sentimos cuán distantes estamos, cuán llenos de tantas cosas, de modo que no podemos ver a Dios. El alma es consciente del inmenso amor y de la perfecta justicia de Dios y, por consiguiente, sufre por no haber respondido de modo correcto y perfecto a ese amor, y precisamente el mismo amor a Dios se convierte en llama, el amor mismo la purifica de sus escorias de pecado.
En Catalina se vislumbra la presencia de fuentes teológicas y místicas a las que era normal recurrir en su época. En particular, se encuentra una imagen típica de Dionisio el Areopagita, la del hilo de oro que une el corazón humano con Dios mismo. Cuando Dios ha purificado al hombre, lo une con un sutilísimo hilo de oro, que es su amor, y lo atrae hacia sí con un afecto tan fuerte, que el hombre queda como «superado y vencido, y totalmente fuera de sí». De este modo el corazón del hombre es invadido por el amor de Dios, que se convierte en la única guía, el único motor de su existencia (cf. Vita mirabile, 246rv). Catalina utiliza esta situación de elevación hacia Dios y de abandono a su voluntad, expresada en la imagen del hilo, para expresar la acción de la luz divina sobre las almas del purgatorio, luz que las purifica y las eleva hacia los resplandores de los rayos fulgentes de Dios (cf. Vita mirabile, 179r)" BENEDICTO XVI Audiencia General del Miércoles 12 de Enero de 2011 (sobre Santa Catalina de Génova)
"En el purgatorio hay diferentes niveles; el más bajo está cerca del infierno y el más alto se acerca gradualmente al cielo. No solamente en el Día de los Difuntos muchas almas dejan el purgatorio, sino también en Navidad, e incluso en mayor número. En el purgatorio hay almas que rezan fervorosamente a Dios, pero por las cuales nadie reza en la tierra. Dios les beneficia con las oraciones de los demás. Dios les permite manifestarse de diferentes maneras a sus familiares en la Tierra para recordar a la humanidad que el purgatorio existe y para pedir oraciones para acercarse a Dios, que es justo y bueno. La mayor parte de la gente va al purgatorio. Bastantes van al cielo. Y un reducido número va directamente al cielo" Mensaje de la Virgen en Medjugorje (10 de enero de 1983)
"En el purgatorio hay diferentes niveles; el más bajo está cerca del infierno y el más alto se acerca gradualmente al cielo. No solamente en el Día de los Difuntos muchas almas dejan el purgatorio, sino también en Navidad, e incluso en mayor número. En el purgatorio hay almas que rezan fervorosamente a Dios, pero por las cuales nadie reza en la tierra. Dios les beneficia con las oraciones de los demás. Dios les permite manifestarse de diferentes maneras a sus familiares en la Tierra para recordar a la humanidad que el purgatorio existe y para pedir oraciones para acercarse a Dios, que es justo y bueno. La mayor parte de la gente va al purgatorio. Bastantes van al cielo. Y un reducido número va directamente al cielo" Mensaje de la Virgen en Medjugorje (10 de enero de 1983)
Sobre el purgatorio, Dios ha concedido a algunas personas conocer en vida esa realidad sobrenatural. Este es el sobrecogedor testimonio de Gloria Polo, una mujer colombiana abatida por un rayo el 5 de mayo de 1995 que cuando estuvo clínicamente muerta en la Unidad de Cuidados Intensivos experimentó una serie de vivencias sobrenaturales en las que pudo conocer el purgatorio:
El purgatorio: purificación necesaria para el encuentro con Dios. Catequesis de Juan Pablo II en la Audiencia del 4 de Agosto de 1999
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA:
III.La purificación final o purgatorio
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).
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