El fin del hombre es Dios
"El Señor, rico en misericordia y en perdón, transforma la vida del hombre y lo llama a seguirlo. La humildad de la que dan testimonio Isaías, Pedro y Pablo invita a los que han recibido el don de la vocación divina a no concentrarse en sus propias limitaciones, sino a tener la mirada fija en el Señor y en su sorprendente misericordia, para convertir el corazón, y seguir "dejándolo todo" por él con alegría. De hecho, Dios no mira lo que es importante para el hombre: "El hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón" (1 S 16, 7), y a los hombres pobres y débiles, pero con fe en él, los vuelve apóstoles y heraldos intrépidos de la salvación.
En este Año sacerdotal, roguemos al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies y para que los que escuchen la invitación del Señor a seguirlo, después del necesario discernimiento, sepan responderle con generosidad, no confiando en sus propias fuerzas, sino abriéndose a la acción de su gracia. En particular, invito a todos los sacerdotes a reavivar su generosa disponibilidad para responder cada día a la llamada del Señor con la misma humildad y fe de Isaías, de Pedro y de Pablo.
Encomendemos a la Virgen santísima todas las vocaciones, particularmente las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Que María suscite en cada uno el deseo de pronunciar su propio "sí" al Señor con alegría y entrega plena"
Benedicto XVI, en el Ángelus del 7 de febrero de 2010
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