EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

¿Hacia dónde conduces tu vida?

Nuestra vida es semejante a un transatlántico: la podemos dirigir hacia buen puerto o hacerla naufragar.

   En la vida de toda persona llega un momento en el que es consciente de que ha llegado el momento de tomar el timón de su vida. Unos le llaman emancipación; otros,  vida independiente; otros, "empezar una nueva vida". Otros lo viven así al formar un matrimonio y una nueva familia.

La sensación en ese momento es lo más parecido a tomar el timón de un barco: ya tenemos el control absoluto de nuestra vida y podemos dirigirla hacia cualquier rumbo en el extenso mar que nos rodea. No hay límites. No hay mayor sensación de libertad. Ya controlamos totalmente nuestra vida. A partir de entonces zarpa el barco. Pero ¿hacia donde?

La pregunta da paso al primer problema. El recién emancipado asume directamente las funciones de timonel, pero también usurpa las de capitán. Para el hombre contemporáneo secularizado la emancipación ha supuesto el último paso de desvinculación de todo lo que le recuerda a Dios. La "ruptura" con la familia o con personas de las que dependía ha sido el último capítulo de un camino de alejamiento progresivo de Dios que empezó con el abandono de la Iglesia a edad temprana y acabó con la supresión de todo vínculo que le pudiera condicionar. 

El timonel, pues, ha usurpado las funciones de capitán, pero lo que no sabe es que no está preparado para ejercer como tal. En primer lugar, no ha diseñado una ruta de navegación porque, simplemente, no se ha marcado un destino. Y es que el objetivo de su vida no era un puerto concreto, sino el control absoluto del barco. A partir de ese momento, el buque se convertirá en algo similar a un "juguete" en manos de un niño timonel. El otro problema es que lo que conduce no es una barca, sino un transatlántico: las dimensiones del buque le sobrepasan y no es capaz de ver más allá de la cubierta. Además, cuando consiga zarpar y sacar el buque del puerto le esperaran múltiples contrariedades que tendrá que afrontar: mar gruesa, marejadas, tormentas, averias en los motores, etc. 

El niño timonel no sabe a dónde va. Simplemente se siente feliz dirigiendo su barco, pero va improvisando su ruta. Es más, ni siquiera decide sobre ella: son los acontecimientos que le rodean los que se la marcan. El tercer problema es que en esta travesía no va solo. El intrépido timonel arrastra con él a otras personas a las que su vida/barco también les afecta. Algunas de ellas se embarcaron cuando se estrenó como timonel. Otras han ido subiendo en diferentes escalas. Otras, directamente, se han bajado en ellas al comprobar que ese barco no iba a ningun lugar. Y así vive el timonel. Navegando hacia ninguna parte. Hasta que un dia llega el momento final. 

 Su inexperiencia como capitán y su corta estatura no le permitieron conocer que atravesaba aguas peligrosas. Bajo ellas se ocultaban rocas que le provocaron una vía de agua. A partir de entonces, saltan todas las alarmas. El barco se hunde. "Sálvese quien pueda" dicen los que le rodean. Y el pequeño timonel piensa lo mismo. Busca una pequeña barca para salvarse, pero aparece el último y definitivo problema. No puede abandonar el transatlántico, porque el barco es él mismo. El epílogo de esta historia es bien conocido: el barco acaba en el fondo de las frias aguas del   océano. No hay punto de retorno. 

 Probablemente, cuando era niño, nadie le dijo al pequeño timonel que cuando se independizara seria libre para dirigir su barco, pero que necesitaria un capitán que le guiara. Que Dios le habia creado para que un dia fuera libre y tomara con  sus manos el timón de su vida, pero que Él queria ser su capitán y estar a su lado para guiarle en medio del océano, enseñarle a afrontar todas las tormentas y buscar las mejores aguas. Tampoco le dijeron que si tomaba el timón de su barco era para llevarlo a alguna parte y, por tanto, debia buscar un puerto. Su Capitán le hubiera hecho unas buenas sugerencias, para que el final de su vida acabara bien, acabara en buen puerto.

 Quizá no le dijeron que el barco era un medio y no un fin. Que el barco era demasiado grande para que él pudiera ver bien todas las aguas que le rodeaban y evitar chocar con rocas o con otros barcos. Que en ése puerto que el Capitán le hubiera recomendado habia una corte celestial esperándole con los brazos abiertos para celebrar que él también habia llegado a su destino, el Cielo, la tierra del descanso eterno y de la Paz.  Y que, en definitiva, el Capitán sólo queria su bien. No queria arrebatarle su libertad, sino ayudarle a desarrollarla, ayudarle a tomar buenas decisiones, a surcar buenas aguas y a buscar el mejor destino donde conducuir su barco y, a la vez, ayudar también a que otros barcos le siguieran hacia el mismo destino. Que su vida no era sólo suya. Que ella también estaba en función de otros. Y que del éxito de su travesía también dependian otros barcos que iban detrás de él. Probablemente nadie le dijo todo ésto. ¿O sí?



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