EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Seguir las huellas de Jesús



  Jesús pasa todos los días a nuestro lado. Pasa muy cerca, de tal modo que si nos fijamos bien, podemos apreciar perfectamente sus huellas. 

 Generalmente Él ha estado en el sufrimiento de alguien próximo a nosotros: un familiar, un compañero de trabajo, un vecino, un desconocido con quien nos hemos topado en la calle, en una tienda, en un hospital, en una consulta del médico o en el despacho de un abogado. Y si aún tenemos dudas dónde verlo, siempre lo encontraremos en los pobres. En cualquiera de ellos está El, vivo y resucitado, esperándonos. El sufrimiento de estas personas es el mismo sufrimiento de Jesús en la cruz, que se sintió sólo, despreciado, injuriado, golpeado, herido y abandonado. Como dice Teresa de Calcuta:

"Uno puede salir a la calle y no tener nada que decir, pero tal vez haya un hombre en la esquina y uno se le acerque. Quizá él se sienta ofendido, pero esa presencia estará allí. Hemos de irradiar esa presencia que tenemos en nuestro interior con la manera de dirigirnos a ese hombre con amor y respeto ¿Por qué? Pues porque creemos que es Jesús. Jesús no puede recibirnos; para eso, debemos saber acercarnos a Él. Se presenta disfrazado en forma de esa persona que está ahí. En los menores de sus hermanos Jesús no sólo está hambriento de un trozo de pan, sino también hambriento de amor, de ser conocido, de ser tenido en cuentaMADRE TERESA El amor más grande Editorial Urano (1997)

    Este ejemplo que describe Madre Teresa es perfectamente trasladable a cualquier persona de nuestro entorno que tenga un sufrimiento. Cada vez que están cerca de nosotros, Él está escondido allí y Jesús ha dejado su huella en nuestra vida ¿Con qué intención? Con la intención de seguir sus pasos. Acercándonos a Él, le seguiremos en Su camino, porque Él también se acercó a ellos, los pobres, los olvidados, los enfermos, los abandonados, los rechazados. Acercarnos a ellos no es sólo acercarnos a Cristo en Su sufrimiento. Es también hacernos un poco más como Él. Es seguir su camino, es hacernos cristianos. Pero ¿cuántas veces vemos sus huellas en la arena?

    He elegido la imagen de arriba porque nuestra vida, cada día, es como la vida en un desierto. Muchas veces vivimos sin horizontes, sin saber dónde está nuestra meta. Nos levantamos y sólo tenemos a nuestro alrededor montañas de arena que nos impiden ver nuestro destino. Sólo vemos problemas y obstáculos. Además, al vivir en un desierto, no acertamos a ver un camino en medio de la arena. Simplemente seguimos a los demás pero ¿hacia dónde? ¿Conocemos nuestro propio camino? Posiblemente busquemos un oasis donde saciar nuestra sed y descansar. Pero ¿lo hemos encontrado? Jesucristo nos quiere llevar a ese oasis donde descansar. Y nos deja sus huellas cada día. Pero muchas veces no las reconocemos. No vemos a Cristo en los otros. Pasa el tiempo, y esas huellas en la arena desaparecen. El viento y el tiempo las han borrado. Hemos olvidado a esas personas. Hemos olvidado que sufren. Pero Cristo no se cansa de nosotros y cada día vuelve a pasar a nuestro lado dejando sus huellas. Él está en el sufrimiento más pequeño de nuestro prójimo, esperándonos en él, para llevarnos hacia Él. Hacia su casa. Hacia el oasis donde saciar nuestra sed de amor, nuestra necesidad de felicidad. Hacia la vida eterna.




   "La pasión de Cristo nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo, con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes. Al contrario, se hizo uno de nosotros «para poder compadecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre… Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la consolatio, el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza» (Spe salvi, 39).

Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer. Las diversas formas de sufrimiento que, a lo largo del Vía Crucis, han desfilado ante nuestros ojos son llamadas del Señor para edificar nuestras vidas siguiendo sus huellas y hacer de nosotros signos de su consuelo y salvación. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo" Homilia del Papa Benedicto XVI en el Via Crucis de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid

Nota relacionada en el blog:
Tengo sed de tí

No hay comentarios: