"Después de Pentecostés, Jesucristo es interior al hombre y atrae al hombre hacia su propio interior. El hombre participa de Cristo, el cual es, a su vez, la Vida de su vida. Todo esto surge en el Espíritu Santo. ¿Pero es que alguien puede estar presente en otra persona?
Puedo amar tan entrañablemente a una persona que la atención de mi corazón esté siempre pendiente de ella. Pero debo decir que lo que hay en mí no es esta persona misma, sino su imagen y su influencia. Existe el deseo de participar en el otro, pero aún la unión más intima se detiene ante una barrera: la que hace que el otro sea él y no yo. No hay ningún "nosotros" humano que suprima las barreras del "yo". El hecho de que cada uno sea este ser preciso, con naturaleza y destino propios, le distingue y le separa de todos los demás. Eso no ocurre en el caso de Jesucristo.
Después de la Ascensión del Señor, el Espíritu santo ha producido en el hombre una hendidura, un espacio interior, en el cual ha podido penetrar el Señor transformado. Y ahora Él está en nosotros y nosotros en Él- en el Espíritu Santo. Por la gracia, en Cristo nosotros participamos en su relación de amor con el padre. Por Él estamos frente al Padre como ellos que son conocidos y conocedores" ROMANO GUARDINI El Señor. Ediciones Cristiandad
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