EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Un médico abortista brasileño se convierte tras la muerte de su hija por un aborto

Publicado en ACIPRENSA

   "En un testimonio a la emisora radial Rainha da Paz, un médico brasileño que efectuó durante años el aborto relató su dolorosa e intensa experiencia de conversión, iniciada luego de la muerte de su hija.
 
El médico comentó que es el único hijo hombre de una familia humilde del interior de Minas, y que "con sacrificio y unión" fue el único que tuvo la oportunidad de estudiar, "pues mis hermanas no terminaron la enseñanza secundaria".

"Mi madre era una simple costurera que trabajaba hasta las madrugadas para ayudar a mi padre. Mi padre era una guardia nocturno. Por eso se pueden imaginar el sacrificio que hicieron para tener un hijo médico. Luego escogí la ginecología y la obstetricia", afirmó.

"Entre las mayores dificultades enfrentadas como médico recién formado, choqué con la realidad de lo que es mi profesión. En un largo tiempo los médicos se vuelven ricos, y yo quería más, quería enriquecerme y tener más dinero. Fue así como violé el juramento que hice cuando me formaba para dar la vida, para salvar la vida. Ayudé a muchos niños a venir al mundo, pero también a muchos de ellos no les permití nacer y me enriquecí escondido tras la máscara de la vitalidad", agregó el médico.

Sobre su vida abortista, el experto explicó que "puse un consultorio que en poco tiempo se convirtió en el más visitado de la región. Y saben ¿qué es lo que hacía?: abortos. Y como todos los que cometen el crimen, me decía a mi mismo que todas las mujeres tienen el derecho de escoger y que era mejor que sean ayudadas por un médico para no correr los riesgos de ir a una clínica clandestina donde los índices de muertes son alarmantes".

"Y fue así, en un ciego e inhumano oficio de medicina, que construí una familia con muchos bienes, muy rica y que nada le faltaba. Mis padres murieron con la ilusión de que su hijo era un doctor bien logrado, exitoso. Crié a mis hijas con el dinero manchado con la sangre de inocentes y fui el más despreciable de los humanos. Mis manos, que debieron ser bendecidas para la vida, trabajaron para la muerte", agregó.

Entrando al tema de su conversión, el médico explicó emocionado que "sólo paré cuando Dios en su sabiduría infinita, rasgó mi conciencia e hizo sangrar a mi corazón con la misma sangre de todos los inocentes que no dejé nacer. Mi hija menor, Leticia, dejó de respirar por una infección generalizada luego de haberse sometido a un aborto. Ella, de 23 años de edad, salió embarazada y buscó el mismo camino de tantas otras que me fueron a buscar: el camino del aborto. Y sólo supe de esto cuando ya nada se podía hacer".

"Al lado del lecho de muerte de mi hija, vi las lágrimas de todos esos angelitos que yo maté. Mientras ella esperaba la muerte, yo agonizaba junto a ella. Fueron seis días de sufrimiento para que en el sétimo día ella partiese hacia el encuentro con su hijo, al cual un médico asesino le impidió nacer", comentó.

"Cansado por las noches que pasé al lado de mi hija, yo soñé que andaba por un lugar absolutamente oscuro y muy húmedo, en el que quería respirar pero no podía, yo quería salir desesperadamente pero fui envuelto por un lugar en donde el estruendo me dejaba atónito. Eran los llantos dolidos de los niños que en mi pensamiento, como si un rayo me cortase por la mitad, veía en mi entendimiento: los llantos eran de dolor, eran los lamentos de los angelitos que yo no dejé nacer. Era la triste consecuencia de mis actos sin pensar, esos llantos que gritaban ¡asesino!, ¡asesino!", afirmó el médico.

"Asustado para salir de aquel lugar, pasé mi mano por mi rostro para secar mi sudor y mis manos se mancharon de sangre! Aterrorizado grité con toda la fuerza que me quedaba un pedido de perdón: ¡Dios me perdone! Sólo así logré respirar nuevamente y me acordé de que era tiempo de acoger y valorar el último respiro de mi hija, que murió por las consecuencias de la infección que le produzco el aborto. Yo sé eso a través de mi sueño", agregó.

El experto comentó que "Dios me hizo entender que a partir del momento de la fecundación del óvulo existe vida, por lo que entendí que soy un asesino. No sé si algún día Dios me va a perdonar, pero para restar mi culpa y mi dolor, vendí mi consultorio y todos los bienes que conseguí con la práctica del aborto y con ese dinero, construí una casa de amparo para madres solteras y me dedico hoy a atender y practicar ¡una medicina de verdad!".

"Hoy soy médico de los pobres, de los desamparados y desvalidos, y los niños que vienen al mundo a través de mis manos son hijos que adopto pues sé que tengo una sola misión: traer la vida al mundo y dar condiciones para que los niños tengan un lugar feliz donde el padre es Jesús. Recen por mí, recen para que Dios tenga piedad de mí y me perdone, porque tengo la seguridad de que participaré del juicio final", concluyó.  ACIPRENSA


La abstinencia y la fidelidad frenan el Sida en Zimbabwe

Tomado de Zenit.org

La Universidad de Harvard da razón al Papa en la lucha contra el sida. Estudio realizado tomando el caso de Zimbabwe.

Un estudio de la Universidad de Harvard ha dado razón a la posición de Benedicto XVI sobre el sida, afirmando que un comportamiento sexual responsable y la fidelidad al propio cónyuge han sido factores que han determinado un drástico descenso de la epidemia del sida en Zimbabwe.

Lo explica en su última investigación Daniel Halperin, investigador del Departamento para la Salud Global y la Población de la Población de esa universidad estadounidense, que desde 1998 estudia las dinámicas sociales que provocan la difusión de las enfermedades de transmisión sexual en los países en vías de desarrollo, es decir, lo que más están golpeados por el flagelo del sida.

Halperin ha utilizado datos estadísticos y análisis sobre el terreno, como entrevistas y focus group, que le han permitido recoger testimonios entre personas que pertenecen a los grupos sociales más pobres.

La tendencia de diez años es evidente: desde 1997 a 2007 el índice de infección entre la población adulta ha descendido del 29 al 16 por ciento. Tras su investigación, Halperin no tiene dudas: la repentina y clara disminución de la incidencia del sida ha avanzado con "la reducción de comportamientos arriesgados, como las relaciones fuera del matrimonio, con prostitutas y esporádicas".

El estudio, publicado en PloSMedicine.org, ha sido financiado por la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional, de la que ha sido consejero Halperin, y por el Fondo de las Naciones Unidas para la Población y el Desarrollo.

"Con este estudio Halperin promueve una seria y honesta reflexión sobre las políticas hasta ahora adoptadas por las principales agencias de lucha contra el sida en los países en vías de desarrollo", afirma el diario L'Osservatore Romano, al dar la noticia en su edición italiana del 26 de febrero.

Según el estudio, es evidente que el drástico cambio de comportamientos sexuales de la población de Zimbabwe "ha recibido ayuda de programas de prevención en los medios de comunicación y de proyectos formativos promovidos por iglesias".

Hace ya unos años Halperin se había preguntado cómo es posible que las políticas de prevención "más significativas hayan sido realizadas hasta ahora basándose en evidencias que resultan sumamente débiles", es decir, la ineficacia de los preservativos.

En definitiva, según el estudio de Halperin, es necesario "enseñar a evitar la promiscuidad y promover la fidelidad", apoyando iniciativas que busquen construir en la sociedad afectada por el sida una nueva cultura. Como ha dicho Benedicto XVI, es necesario promover una "humanización de la sexualidad" Zenit, 25/02/2011





Vivir junto a tu Cruz

Hermano Rafael. Obras completas. Editorial Monte Carmelo (2007)
"Esté siempre, Señor, a la sombra del duro madero. Ponga allí, a tus pies, mi celda, mi lecho...Tenga yo, Señor, allí mis delicias, mis descansos en el sufrir... Riegue el suelo del Calvario con mis lágrimas... Allí a los pies de la Cruz, tenga mi oración, mis exámenes de conciencia... No permitas Señor que me aparte de Ti.

  Qué alegría tan grande es poder vivir al pie de la Cruz. Allí encuentro a María, a san Juan y a todos tus amadores. Allí no hay dolor, pues al ver el tuyo Señor ¿quién se atreve a sufrir?

  Allí todo se olvida, no hay deseo de gozar, ni nadie piensa en penar... Al ver tus llagas, Señor, sólo un pensamiento domina al alma..., amor..., sí, amor para enjugar tu sudor; amor para endulzar tus heridas; amor para aliviar tanto y tan inmenso dolor.

  No permitas, Señor, que de Ti me aparte.

  Déjame vivir al pie de tu Cruz sin pensar en mí, sin nada querer ni desear, mas que mirar enloquecido la sangre divina que inunda la tierra...

  Déjame, Señor, llorar, pero llorar de ver lo poco que puedo hacer por Ti, lo mucho que te he ofendido estando lejos de tu Cruz...Déjame llorar el olvido en que te tienen los hombres, aun los buenos...

   Déjame, Señor, vivir al pie de tu Cruz..., de día, de noche, en el trabajo, en el descanso, en la oración, en el estudio, en el comer, en el dormir..., siempre..., siempre.

   Qué lejos veo el mundo, cuando pienso en la Cruz. Qué corto se me hace el día cuando lo paso con Jesús en el Calvario. Qué dulce y tranquilo es el sufrimiento pasado en compañía de Jesús crucificado."  

SAN RAFAEL ARNÁIZ BARÓN, HERMANO RAFAEL Dios y mi alma (1938) Obras completas. Editorial Monte Carmelo (2007)

Nota del blog relacionada:

La Misa diaria

La pasión de Cristo. Mel Gibson
¿Somos conscientes cada día de que Cristo no sólo instituyó la Eucaristía sino que al hacerlo, Él mismo se convirtió en el Santo Sacramento, vivo y resucitado? ¿Y que cada día nos espera en Él?

 Este plano cinematográfico muestra muy bien cómo la institución de la Eucaristía por Jesús en el Cenáculo es un Todo: Dios, que se hecho uno como nosotros, nos deja una parte de Él mismo, posiblemente la más importante, para que nos alimentemos de Ella para siempre. Yo me pregunto ¿podemos subsistir una semana sin comer nada?  ¿Podemos pasar una semana sin ver a nuestro esposo/a/novio/a? ¿Nos sirve el recuerdo de nuestra última comida o encuentro, días atrás? No. Necesitamos alimentarnos y ver a los nuestros todos los días para no pasar hambre física ni falta del amor de los demás ¿Y por qué podemos pasar una semana sin Jesús sacramentado? "Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre y el que crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn 6, 35b) Jesús vivo y resucitado se nos da todos los días. Él mismo nos ha dado el alimento que sacia de verdad ¿Dónde? En la Eucaristía. Ya no hay lugar para sentimientos del tipo "ojalá yo hubiera vivido en el tiempo de Cristo, para verlo siempre" Pues vives en el tiempo de Cristo, de Cristo resucitado,  y está a tu alcance todos los días. En la Misa diaria. 

Esta reflexión viene a cuento de un texto que he leído recientemente sobre la misa diaria y el valor de la cotidianedad de la Comunión:

"El santo obispo de Ginebra, y doctor de la Iglesia, Francisco de Sales (1567-1622) escribe: Haz, pues, todos los esfuerzos posibles para asistir todos los días a la Santa misa, con el fin de ofrecer...con el sacerdote, el sacrificio de tu Redentor a Dios, tu Padre, por ti y por toda la Iglesia. Los ángeles, como dice san Juan Crisóstomo, siempre están allí presentes, en gran número, para honrar este santo misterio; y nosotros, juntándonos a ellos y con la misma intención, forzosamente hemos de recibir muchas influencias favorables de esta compañía. Los coros de la Iglesia militante, se unen y se juntan con Nuestro Señor, en este divino acto, para cautivar en Él, con Él y por Él, el corazón de Dios Padre, y para hacer enteramente nuestra su misericordia. ¡Qué dicha para el alma aportar devotamente sus afectos para un bien tan precioso y deseable! (Introducción a la Vida Devota, capítulo XIV)

No necesitan ninguna aclaración estas palabras de san Francisco de Sales; con palabras directas y contundentes nos manifiesta lo conveniente que es para nuestra vida la Misa diaria y los grandes beneficios que por ella podemos alcanzar; para el santo, toda la incomodidad que podamos sufrir es compensada con creces.

Por los evangelios sabemos que en la vida de Jesús no hay sólo grandes y solemnes acontecimientos: el bautismo en el Jordán, las visitas al templo de Jerusalén, los milagros, la muerte y la resurrección; hay también un largo vivir en el día a día: los treinta años de silencio y de vida en Nazaret, la predicación sobre todo por los caminos y aldeas de Galilea, las discusiones con los judíos...El misterio de la Pascua tiene significado y valor porque es la culminación de eses vivir día a día en el que se va preparando el contenido de la donación al Padre, la manifestación del amor sin medida.

La Misa no se celebra sólo en las grandes fiestas y solemnidades, se celebra también los días laborables y los domingos ordinarios de todo el año; celebrarla sólo en las grandes solemnidades sería como hacer un poco de teatro si no existiera la fidelidad de todos los días, las celebradas con un reducido grupo de fieles, y esas son las que marcan las decisiones y las perseverancias más arduas, obstinadas y dulces.

En la vida personal no sólo hay grandes fechas, hay largas etapas de normalidad que van construyendo la estructura de nuestra personalidad: agudeza de la inteligencia, responsabilidad, libertad, constancia, emotividad...en esa normalidad se va amando al Señor sin aspavientos, pero con el corazón vibrante y exultante, se va amando a los hermanos de manera auténtica, comprensiva, benévola, dispuestos a servir incluso cuando no se tienen ganas.


En la Misa, Jesús, muerto y resucitado, se hace presente entre los asistentes con todo su ser, con su muerte y resurrección, y quiere que compartamos con Él y ofrezcamos al Padre todo lo que pensamos, hacemos y experimentamos todos los días.


La Eucaristía diaria tiene, normalmente, un tono tranquilo y pacífico, debemos asistir a ella con el deseo de querer orar con tranquilidad y de dejarse empapar con sencillez de la presencia de Jesús en la Palabra y en la Eucaristía; es la llave que abre el misterio de nuestra existencia, es el momento álgido que nos rescata de la rutina diaria y de la banalidad. Entrar en ella es convertir nuestra vida en alabanza y gratitud  al Padre por Cristo en el Espíritu"  

MIGUEL GARCIA GADEA, presbítero (Benifató, 1935-Valencia, 2009) "El gran don de Dios" Edición de la Parroquia de la Epifania del Señor y de Santo Tomás de Villanueva de Valencia (2009)



  "Atención, hermanos; ¿dónde quiso que le reconocieran? En la fracción del pan. No nos queda duda: partimos el pan y reconocemos al Señor… Cuando el Señor hablaba con ellos, no tenían ni siquiera fe, puesto que no creían que hubiese resucitado, ni tenían esperanza de que pudiera hacerlo. Habían perdido la fe y la esperanza. Muertos ellos, caminaban con el vivo; los muertos caminaban con la vida misma. La vida caminaba con ellos, pero en sus corazones aún no residía la vida.

    También tú, pues, si quieres poseer la vida, haz lo que hicieron ellos para reconocer al Señor. Lo recibieron como huésped… Dale hospitalidad si quieres reconocerlo como salvador. La hospitalidad les devolvió aquello de lo que les había privado la incredulidad. Así, pues, el Señor se hizo presente a sí mismo en la fracción del pan. Aprended dónde debéis buscar al Señor, dónde podéis hallarlo y reconocerlo: cuando lo coméis." SAN AGUSTIN (Sermón 235, 3)
 

Georges Lemaitre, el sacerdote que creó la teoria del Bing Bang

Adoración Eucarística


  "La adoración es la exploración de los misterios de Dios en nuestra propia alma. Hay un tesoro escondido en la arena de nuestra alma y se tienen que hacer grandes esfuerzos para que encontremos ese tesoro divino en la arena. Dios puso en nuestro ser todos sus misterios, en nuestra alma. La adoración es la exploración de los misterios de Dios que están en nuestro interior. Este camino de la adoración es un camino sólo para valientes, porque la adoración es una valentía humana definitiva. Es el mayor acto de valentía humana. Por ejemplo, cuando el deportista entrena, explora los límites de su capacidad física, de sus posibilidades. Tanto como explora, así crece. Adoración es entrenamiento del alma. Es explorar lo que es capaz de hacer Dios en nosotros, y nosotros en Él. Nosotros tenemos que estar sin cesar en adoración. Incesantemente. Nuestra vida debería ser adoración.
 
Cuando tú plantas una flor, exploras sus misterios. Tú has plantado la flor, pero esa flor ya estaba dentro de ti. Cuando un artista pinta un cuadro, entonces, ¿dónde está la imagen, en su interior o en el lienzo? ¿O tal vez la música está en el instrumento o está en el alma del músico? ¿Dónde está el arte? Eso es la adoración: una exploración de la belleza divina dentro de nosotros" 

FRA SVETOZAR KRALJEVIC. Extracto de la entrevista publicada en Medjugorje, de Jesús García. Editorial LIBROS LIBRES


 "En la adoración desaparece todo el mundo y quedamos solos El y yo. Y si no conseguimos quedarnos a solas El y yo, no hay encuentro verdadero (...) La Presencia Envolvente envuelve y asume al "yo", mejor, desvanece la adherencia a una imagen. Al quedar asumido el hijo por el Padre, el "yo" de aquél deja de ser el centro. Con esto, el hijo suelta todas las apropiaciones y adherencias, y queda libre. Y partiendo de la objetividad, comienza la transformación. (...) Llega Dios, arranca las máscaras, desnuda al "yo" de los ropajes artificiales y, de repente, el hijo se siente puro, libre, vacío, transparente, respirando en paz, viendo todo con claridad (...) Lo que le sucede aquí al adorador es un fugitivo vislumbre de lo que será nuestra eternidad" IGNACIO LARRAÑAGA. Muéstrame tu rostro. Ediciones San Pablo (1979)

"¡Queridos hijos! Hoy los invito a enamorarse del Santísimo Sacramento del altar. Adórenlo, hijitos, en sus parroquias y así estarán unidos con todo el mundo. Jesús será su amigo y no hablarán de Él como de alguien a quien apenas conocen. La unión con Él será para ustedes gozo y serán testigos del amor que Jesús tiene por cada criatura. Hijitos, cuando adoran a Jesús también están cerca de Mí. Gracias por haber respondido a mi llamada" Mensaje de la Virgen en Medjugorje el 25 de septiembre de 1995


La pasión de Cristo. Mel Gibson

"¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal la crucifixión―, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el Cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin  es  la  transformación  del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Desde siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del mundo. Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo:  la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida. Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal está ya, desde su interior, superada; en ella está ya presente la resurrección. La muerte ha sido, por así decir, profundamente herida, tanto que, de ahora en adelante, no puede ser la última palabra.

Esta es, por usar una imagen muy conocida para nosotros, la fisión nuclear llevada en lo más íntimo del ser; la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor sobre la muerte. Solamente esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los demás cambios son superficiales y no salvan. Por esto hablamos de redención:  lo que desde lo más íntimo era necesario ha sucedido, y nosotros podemos entrar en este dinamismo. Jesús puede distribuir su Cuerpo, porque se entrega realmente a sí mismo.
                                                                                                     
Esta primera transformación fundamental de la violencia en amor, de la muerte en vida lleva consigo las demás transformaciones. Pan y vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre. Llegados a este punto la transformación no puede detenerse, antes bien, es aquí donde debe comenzar plenamente. El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan para que también nosotros mismos seamos transformados. Nosotros mismos debemos llegar a ser Cuerpo de Cristo, sus consanguíneos. Todos comemos el único pan, y esto significa que entre nosotros llegamos a ser una sola cosa. La adoración, como hemos dicho, llega a ser, de este modo, unión. Dios no solamente está frente a nosotros, como el totalmente Otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en él. Su dinámica nos penetra y desde nosotros quiere propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que su amor sea realmente la medida dominante del mundo. Yo encuentro una alusión muy bella a este nuevo paso que la última Cena nos indica con la diferente acepción de la palabra "adoración" en griego y en latín. La palabra griega es proskynesis. Significa el gesto de sumisión, el reconocimiento de Dios como nuestra verdadera medida, cuya norma aceptamos seguir. Significa que la libertad no quiere decir gozar de la vida, considerarse absolutamente autónomo, sino orientarse según la medida de la verdad y del bien, para llegar a ser, de esta manera, nosotros mismos, verdaderos y buenos. Este gesto es necesario, aun cuando nuestra ansia de libertad se resiste, en un primer momento, a esta perspectiva. Hacerla completamente nuestra sólo será posible en el segundo paso que nos presenta la última Cena. La palabra latina para adoración es ad-oratio, contacto boca a boca, beso, abrazo y, por tanto, en resumen, amor. La sumisión se hace unión, porque aquel al cual nos sometemos es Amor. Así la sumisión adquiere sentido, porque no nos impone cosas extrañas, sino que nos libera desde lo más íntimo de nuestro ser" BENEDICTO XVI Homilia en la Santa Misa en la Explanada de Marienfeld (Colonia) con motivo de la XX Jornada Mundial de la Juventud. Domingo 21 de Agosto de 2005 


 Aquel sutil canto ante el sagrario


   "Tengo un recuerdo especial que atañe a la última visita apostólica que Juan Pablo II realizó en 1997 a la República Checa (...)  La primera noche, después de la llegada y la cena con los obispos, se dirigió a la capilla ante el Santísimo. Las religiosas le habian preparado un gran reclinatorio , pero el prefirió rezar en el banco. Yo lo acompañé, esperando fuera de la capilla. Al día siguiente, por la tarde, no pude acompañarlo a la capilla, a causa de compromisos y llamadas urgentes. Llegué después, cuando ya estaba arrodillado. Antes de entrar escuché una especie de música que no se distinguía, y cuando abrí silenciosamente la puerta, escuché que, arrodillado en el banco, cantaba en voz baja ante el sagrario. El Papa cantaba en voz baja ante el sagrario. El Papa cantaba en voz baja ante Jesús Eucaristía: el Papa y Cristo en la Hostia, Pedro y Cristo. Para mí fue algo conmovedor, una llamada muy fuerte a la fe y al amor por la Eucaristía, y a la realidad del ministerio petrino. No he olvidado jamás aquel débil canto, que era como un coloquio de amor con Cristo. Una sola vez he contado este episodio, en la República Checa, pero conviene que se conozca, mucho más ahora que se acerca su beatificación, porque muestra magníficamente que debemos tener un vínculo siempre vivo, íntimo y profundo con jesús, vivo en la Eucaristía. Y demuestra, en grado superlativo, que Juan Pablo II fue verdaderamente un enamorado de Cristo" GIOVANNI COPPA, cardenal diácono de San Lino. Aquel sutil canto ante el sagrario. L'Osservatore Romano. Edición Lengua Española. Número 16 (17/04/2011)

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Una vocación española en Medjugorje

Escuchando a la Virgen y al Espíritu Santo, Alberto, peregrino español en Medjugorje, encontró su vocación para el sacerdocio. Ésta es la carta que Alberto envió para dar la noticia a sus amigos y allegados el 8 de diciembre de 2010, día de la Inmaculada Concepción.

Queridos amigos,
Me gustaría aprovechar este día tan especial en que celebramos la Inmaculada Concepción de María, para dar gracias públicamente a nuestra Madre. Le quiero dar gracias a María, ante todo, por haberme llevado de la mano a vislumbrar y aceptar la voluntad de Dios para mi vida, que no es otra sino que sea sacerdote. Le quiero agradecer el que tantas veces me haya guiado en la oscuridad, cuando más lejos estaba del Señor. Le quiero agradecer el que me haya levantado en mis peores momentos, cuando más hundido estaba en mi pecado y en mi debilidad. Y que me haya iluminado cuando más lo necesitaba, sobre todo en estos últimos años, en que el Señor me ha ido mostrando poco a poco qué grande es su amor por mí; cómo Él es el único que puede saciar mi acuciante sed de felicidad; y qué regalo tan inmenso e insuperable es Nuestra Madre María. Cuanto más amado me sentía, mayor era el deseo de corresponderle con todas mis fuerzas y, curiosamente, menos claro veía mi camino, al ir dándome cuenta de mi total pequeñez. Así que mirando mucho a mi Madre, me iba enamorando más y más de la mujer más bella que haya pisado la tierra, y comencé a musitar con Ella, cada vez con más frecuencia, en mis momentos de intimidad con el Señor, "he aquí el esclavo del Señor, hágase en mí según tu Palabra".

Desde que María me llamó a Medjugorje, mi vida dio un auténtico vuelco. María, de la mano del Espíritu Santo, revolucionó mi existencia, al mostrarme el amor del Padre Dios, que trajo consigo la paz, la alegría y una forma totalmente nueva de vivir. Me regaló la certeza de que ese Dios desconocido del que tantas veces me habían hablado era todo Amor. Un Amor entregado, un Amor sin límites, un Amor humilde y ardiente, un Amor escondido, un Amor sufriente, un Amor hecho hombre, un Amor hecho pan, un Amor misericordioso. Y también me recordó la importancia del corazón, que no sólo sirve para bombear la sangre, sino sobre todo para llevarnos al Cielo, cuando lo ponemos con voluntad firme por entero a disposición del Señor y del prójimo.

 Desde que el Amor me encontró, y me fue mostrando quién es, nació un fuego en mi corazón que fue haciéndose cada vez más vivo e incontenible, y lo único con lo que soñaba era con conservarlo para siempre, y compartirlo con todos los hombres del mundo. Mi súplica al Buen Dios se transformó al no saber cómo quería utilizarme para ello en su plan de salvación. En medio de esa búsqueda intensa, en la que lo mismo un día me imaginaba de misionero por el mundo como otro día me veía de monje entregado a la oración y a la penitencia, este mismo verano me volvió a llamar la Reina de la Paz a su pequeño y humilde hogar en Bosnia, Medjugorje. Allí me fui a visitarla todo un mes, con la certeza de que ese profundo anhelo de mi corazón iba a verse allí correspondido. Y como la Virgen no busca otra cosa que llevarnos a su Hijo, una vez allí, el Señor, que siempre es fiel a su promesa, y que en palabras Jesucristo nos dejó claro que "quien pide, recibe; el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abre", me hizo maravillosamente transparente su voluntad al invitarme a estar con Él, y seguirle como sacerdote. Un don tan grande, que todavía me cuesta creerlo. La simple idea de que el Señor un día pueda utilizar mis manos y mi voz para liberar a los hombres de la muerte que significa el pecado, para hacer presente al mismo Cristo de forma real en el pan y en el vino, para traer al Espíritu Santo para que sane, purifique, consuele y consagre, es una idea que me hace temblar cuando me paro a contemplarla.

 Y desde aquí, queridos amigos, desde el seminario, con un gran gozo en el corazón, y con la confianza de que para Dios no hay nada imposible, os comparto esta alegría, rogándoos que me encomendéis en vuestras oraciones, para que pueda ser un instrumento sencillo y entregado, siempre fiel a esta llamada del Señor.

Os prometo también teneros presentes en mi oración, y os agradezco cada vez que hayáis rezado por mí, porque el poder de la oración es infinito. Y de la misma manera como comencé esta carta, le quiero dar una vez más gracias de todo corazón a María Inmaculada, Reina de la Paz, por haberme mimado y acogido en su regazo con tanta ternura, sin haber merecido yo ninguna de estas bendiciones. Que Ella, poderosa intercesora ante el Padre, nos consiga la gracia de abandonarnos siempre a la Voluntad de Dios al igual que Ella lo hizo, y de mantener una esperanza viva y fortalecedora en medio de todas las circunstancias, por duras que puedan ser.

Alabados sean Jesús y María.