Albert wensbourgh
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"Soñé que la Virgen María se me aparecía, llena de esplendor y belleza.
¡Oh, duquesa!, ¡nada se puede comparar con lo que sentí y vi en aquel sueño celestial! Era hermosísima, sonreía y yo la podía ver con mis propios ojos justo en medio de mi celda. Llegó en una luz deslumbrante, muy parecida a la que había acompañado al mensajero tres semanas antes. No pude verle los pies o tal vez no lo recuerdo, pero sé que estaba de pie y que me miraba con un amor infinito, dulce y maravilloso.
¡¿Que si era hermosa?! Jamás ha existido ni existirá alguien tan bella como esa princesa de los cielos que me acompañó en mi sueño...¡Oooh, Clara!, ¡si pudieras haberla visto...!
No, no vestía un traje blanco. Era de un gris tintado de plata, y sobre la cabeza llevaba un velo blanco. Un pequeño rizo castaño oscuro se le escapaba así, por debajo del velo...
¿Cómo...? ¿Que los niños de Fátima la describieron de otra forma...? Bueno, pues ¡no te puedo decir si los niños de Fátima la vieron igual! ¿Yo qué sé, duquesa? Además, ¿por qué me sacas todo el tiempo comparaciones con lo que vieron o no vieron los niños en Fátima? Yo sólo puedo decirte lo que vi y punto.
(...)
Sólo años más tarde alguien me informó que ésa era la Virgen de Medjugorje, una aparición que se viene produciendo desde hace veinte años en un pueblito así llamado, en la antiga Yugoslavia. Yo no sabía nada de esta aparición, duquesa. Te juro por mi vida que nunca, jamás, había oído hablar de ese lugar. ¡Ni siquiera sabía que estaba ocurriendo tal fenómeno!
Hoy en día las apariciones de Medjugorje son muy conocidas en todo el mundo, pero yo, insisto, jamás había sabido ni oído nada al respecto. Por lo visto, allí se esculpió una estatua de la Virgen según la descripción que hicieron los videntes. Esta estampita que creo que me envió Nieblas es una fotografía de tal estatua. Y, como te digo, ¡era la mujer de aquel sueño!
Claro que significó mucho para mí verla en aquella estampita...Sólo te puedo decir que, en ese preciso instante, supe que esa extraña y preciosa segunda experiencia sobrenatural de mi vida habia sido también real. Creo que fue en ese momento cuando decidí ser católico, un monje católico. Un poderoso convencimiento de que la Virgen es la clave básica para llegar a Cristo me invadió por completo, y me propuse prepararme lo antes posible para conocer, estudiar y vivir en profundidad la fe católica"
Extracto de Un mensajero en la noche, de Maria Vallejo-Nágera. Ediciones de bolsillo ZETA (2006)
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