"El mundo es como un crisol de orífice, los justos como el oro, los malvados como la paja, la tribulación como el fuego. ¿Acaso se purificaría el oro sin que se quemase la paja? Acontece que los malvados se convierten en cenizas. Allí mismo el oro purificado -los justos que con paciencia soportan todas las molestias de este mundo y alaban a Dios en medio de sus tribulaciones-, el oro purificado, repito, pasa a los tesoros de Dios" SAN AGUSTIN (Sermón 113A, 11)
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