"Todos los hombres son pobres. Pero no todos reconocen por igual su indigencia. La oración les hace entrar en la cuenta de esa indigencia. La oración no enseña nada a Dios, que conoce nuestras necesidades antes incluso de nuestro nacimiento. Tampoco tiene por meta el rendir a Dios, en el sentido estricto de la palabra, y de empujarle a darnos hoy lo que parecía que nos negaba ayer. Dios no cambia de idea. Lo que la oración cristiana consigue es doblegar el orgullo, la soberbia del hombre, que cierra el paso a la gracia como una persiana cierra una habitación a la entrada de la luz" GEORGES HUBER Mi Ángel marchará delante de ti. Cuadernos Palabra (2005)
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