Por ello, es posible que en esta escalada hacia lo alto, hacia lo espiritual, nos encontremos con que al poco del ascenso ya estemos fatigados. Y cuanto más ascendamos, más cansados estaremos. Probablemente nos preguntemos porqué nos hemos metido en semejante aventura que sólo nos provoca un esfuerzo enorme y nos entre la tentación de abandonar y bajar al sitio de donde partimos. Así, cuestionamos la ascensión pero...¿por qué no hemos pensado que lo que realmente nos agota es el peso de la mochila? A veces es tal el peso que llevamos encima, de todas esas circunstancias que nos pesan, que realmente se apoderan de nosotros. Es el miedo a perder cosas, porque la pérdida nos hace sentirnos que somos menos ante los demás, menos queridos y, por tanto, nos hace más presente la muerte, el no sentirnos queridos.
Digámoslo así: nuestro ser espiritual que trata de ascender hacia su morada natural, el cielo, cae indefectiblemente aplastado por todo aquello que nos llevamos encima en esta excursión que es la vida. No dejamos un sólo espacio libre en nuestra vida para seguir a Jesús. Nos da pánico tener tiempo libre, por ello lo rellenamos con múltiples citas programadas, horas de gimnasio, clases de lo que sea, cursillos, horas de ejercicio físico...lo que sea con tal de no sentirnos solos. No damos una sóla oportunidad para salir al encuentro de Jesús.
Un amigo con problemas nos llama. "Lo siento - le decimos - esta tarde justamente tenemos el entrenamiento más importante de cara al partido del sábado. Y si no voy, el mister me deja fuera de la alineación"
Te enteras que tu abuela necesita ir al médico, pero irá sola. Es mañana por la tarde. "Jo, qué rabia -piensas- justamente la tarde en la que quedo con mis compañeros de promoción. La próxima vez que vaya al médico le acompañaré, seguro" La mochila.
¡Cuántas horas dedicamos nuestro tiempo a cosas en nuestra vida que no nos permiten estar libres para el momento en el que el Señor nos llame! Horas de cursillos, másters, idiomas, internet, gimnasio, cenas con los amigos, excursiones...¡¡ No dejamos un sólo espacio libre para la apertura al otro!! Estar con otros (acompañados) no significa estar abiertos a ellos (servirlos) Más bien buscamos tanta ocupación y tanta compañia porque nos da pánico la soledad. Pero estar ratos a solas no es soledad, es interioridad, si se sabe canalizar bien ese tiempo, con horas de oración y contemplación y, sobre todo, de disponibilidad para la apertura concreta a la que nos llame el Señor.
Por eso, el camino hacia el cielo es el camino de Jesús, el Pobre de Nazaret, el Hombre libre por excelencia. Cuando Él te pide "ven y sígueme" no pide nada que no haya hecho antes. Él fue un pobre porque lo dejó todo. ¿Recordamos dónde se alojaba o... dónde le alojaban? "Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza" (Lc 9, 58)
¿Sabes cuántas horas dedicaba Jesús a hacer cursillos, másters o promocionarse laboralmente? Que yo sepa, su única "preparación" para la vida era la lectura de las Escrituras y la oración íntima con su Padre. El resto, todo lo demás, prestado por los demás, como un auténtico anawin, como un auténtico pobre, un pequeño. Pequeño y pobre para ser libre y hacer la voluntad del Padre en cualquier momento, cuando Él se lo pidiera.
Lo explica muy bien Ignacio Larrañaga:
"Un pobre de Dios es un hombre libre. El que nada tiene y nada quiere tener nada puede temer porque el temor es un haz de alegrias desencadenadas para la defensa de las propiedades y apropiaciones cuando el propietario las siente amenazadas. Pero a un Pobre como Jesús, que no ha hecho otra cosa que barrer hasta los vestigios de su sombra, y que se ha dedicado a extirpar afanes protagónicos, sueños de grandeza, sutiles apropiaciones..., a este Pobre ¿qué le puede turbar? Por eso vemos a Jesús como el profeta incorruptible, el testigo insobornable, absolutamente libre frente a los poderes políticos y autoridades religiosas, frente a los amigos seguidores y familiares, frente a los resultados de su propio ministerio, incluso frente a la ley y la religión oficial.
Ahora bien, de un hombre libre nace un hombre disponible, porque gracias a ciertos mecanismos misteriosos se hacen presentes en nosotros ciertas constantes como, por ejemplo: de la negación nace la afirmación; del desprendimineto, la donación; de la pobreza, el amor; de la muerte, la vida. En suma, las energias connaturales encadenadas a la argolla del agoísmo, una vez desenganchadas y libres, quedan libres para el servicio de los demás.
Y así nace el Servidor: si el profeta no comienza por desprenderse, despojarse, desapropiarse, esto es, hacerse pobre, no puede servir a nadie; por el contrario, sutil y camufladamente, se sirve de todo y de todos" IGNACIO LARRAÑAGA, "El Pobre de Nazaret" Ediciones San Pablo. 1990
También me gusta mucho la reflexión que sobre este tema hace Jacques Philippe:
"..sólo es verdaderamente libre aquel al que no le queda nada que perder porque ya ha sido despojado, desprendido de todo; porque es libre de todos y de todo, y de él se puede decir en verdad que "ha dejado la muerte atrás", pues todo su bien está en Dios y únicamente en Él. Soberanamente libre es el que no ambiciona ni teme nada: no ambiciona nada porque cualquier bien realmente importante lo obtiene de Dios; y no teme nada porque nada tiene que perder o defender, ya que no posee enemigos ni se siente amenazado por nadie. Es el pobre de las Bienaventuranzas, desprendido, humilde, misericordioso, manso, trabajador por la paz." JACQUES PHILIPPE "La libertad interior" Patmos. Libros de Espiritualidad. 2010
Por ello, no nos acobardemos. No echemos la culpa de nuestro cansancio al camino que hemos emprendido. Además, ya hemos hecho un buen recorrido en el ascenso. Estamos más cerca de la cumbre. ¿Por qué abandonar ahora? Librémonos de la mochila. Desprendámonos radicalmente como Jesús y como todos los santos de todo aquello que nos impide servir y seguir a Jesús en los otros en cualquier momento. Sin duda, llegar a la cima bien vale la pena.
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