En la Semana Santa se pueden ver en las grandes ciudades escenas como ésta: calles completamente vacías, desiertas, en soledad, que son para mi una Palabra elocuente de Dios. Cristo está solo en las últimas horas de su vida, en la Pasión, como hace 2.000 años. Nuevamente abandonado por los suyos. Las calles vacías me hablan de muchas cosas. Señor, ¿dónde están los tuyos, todos aquellos por los que derramaste tu sangre? Sólo veo que estás solo. Se han quedado contigo unos pocos, los más pequeños, el pequeño resto de la Iglesia fiel que, como María, quiere estar a tus pies en los momentos culminantes de la Redención de la humanidad. Estan en los templos y en las calles de algunos barrios siguiendo con devoción las procesiones de la Semana Santa.
Las calles vacías también me hablan de la eternidad: parece como si el tiempo se hubiera detenido. Y es que la mente humana asocia el paso del tiempo al movimiento. También me recuerdan a la muerte, al momento en el que el hombre se siente absolutamente solo en la hora final, ante su destino definitivo. Y me hablan de silencio, de elocuencia, del tiempo de Dios, aquel en el que es más facil escucharle. En esos momentos suelo escuchar siempre un mismo susurro suyo: "Mira, Javier, me han dejado solo. ¿Quieres quedarte conmigo?"
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