EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Coronavirus



      Me pregunto ¿qué es este virus? ¿Qué es lo que lo hace diferente a otros? ¿Por qué irrumpe así en nuestras vidas? No encuentro respuestas al porqué. Me imagino microscópicas bolitas viajando y desplazándose entre millones de cuerpos y multiplicándose en sus células. ¿Qué nos está pasando?

     Una enfermedad, COVID 19, está haciendo visible, de una forma muy cruel, cómo se reproducen
los virus, lo malos que pueden llegar a ser y, sobre todo, su letalidad: nos puede hacer morir. La muerte. El balcón ante el abismo que nos devuelve a la realidad existencial, a lo que realmente importa. ¿Qué es mi vida? Ahora que se ha detenido con brusquedad, ¿qué es mi vida? ¿cómo vivo?
     
     El coronavirus nos ha puesto en alarma porque se contagia con excesiva rapidez. Vemos las gráficas de su evolución y nos asustan. ¿Cuándo nos tocará a nosotros? ¿Me llegará a mí?

    Este virus nos asusta porque es una enfermedad que se transmite muy rápidamente y puede llegar a ser letal. Este virus es muy traicionero porque en sus primeros días puede no dar síntomas y, sin pretenderlo, lo estamos contagiando a otros o nos lo están contagiando. Pero, ¿acaso es el único virus tan contagioso? ¿Acaso es el único virus letal?

    El coronavirus nos recuerda lo frágiles que somos los humanos ante el contagio. Nuestra impotencia para resistir al contagio. Nuestra debilidad. No lo controlamos todo.

    Me pregunto ¿de cuántos virus nos hemos contagiado en esta sociedad? ¿Cuántos virus se han apoderado de nuestra vida? Me refiero a virus cotidianos, sociales, que con  tanta facilidad se contagian: la prisa, la necesidad de estar "conectados" a tantas redes, la indiferencia ante el dolor ajeno, "controlar" nuestra vida, ambicionar el elogio, el prestigio...el dinero. Y esas enfermedades, esos virus, siguen ahí, dentro de nuestro corazón. Y se van sumando y llenando nuestros espacios más internos. Estamos muy infectados. Pero, como en los primeros días del coronavirus, no vemos los síntomas. Ni siquiera notamos nada. ¿Cuántas costumbres, tendencias, hábitos, se hacen "virales" hoy en día? ¿Cuántas de ellas tienen que ver con las tecnologías, con Internet, con las redes sociales? Ellas no son virus. Somos nosotros los que muchas veces las hemos cargado con lo peor de nosotros mismos. Quiero traer aquí unas palabras del padre D.A que, a propósito de este virus, ha escrito:

"Hay seguramente una Palabra de Dios a detectar, descifrar, descubrir, en esta pandemia. Al hombre occidental que se cree todopoderoso, que se autoproclama maestro absoluto de la vida y de la muerte, ella golpea como un electroshock: ante un virus invisible a simple vista, henos aquí tan indefensos, tan frágiles, tan débiles. En fin: ¡muy, muy pequeños! 


Este bichito más conocido como coronavirus COVID 19 no es sólo una imagen de los virus que se nos han apoderado de nuestra vida. También nos recuerda que no somos dueños de ella, nuestra libertad de movimientos se ha visto restringida, estamos confinados en casa. Ahora empezamos a ver que en nuestro hogar hay otros seres humanos que de repente muestran habilidades o facetas que antes no veíamos. Ahora existen. Los oímos más que nunca. Hablamos con ellos más que nunca. Las redes empiezan a dejar de ser el gran balcón al que me asomo para que me vean. Quizá ahora me asomo a ellas porque echo en falta a alguien (o a muchos) o agradezco que un desconocido me explique cómo ocupar mi tiempo libre. Todo para bien.

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