¿Puede ser feliz una persona en un campo de concentración? ¿Puede ver a sus carceleros como personas, y no como enemigos? En medio de todos los horrores que ve en ese lugar ¿puede seguir creyendo en Dios? La respuesta a éstas preguntas es sí. La judía holandesa Etty Hillesum es la prueba de que todo éso es posible, porque descubrió que llevaba a Dios dentro de ella. Y, precisamente, esta experiencia profunda le surgió en los años del Holocausto.
Etty Hillesum murió en noviembre de 1943 en el campo de concentración de Auschwitz, a los 29 años. Los dos últimos años de su vida, en Amsterdam, vivió una profunda renovación interior gracias a haber conocido en marzo de 1941 a Julius Spier, un psiquiatra que le introdujo en la fe. Gracias a esa experiencia, pudo vivir con una poderosa luz interior en medio del terror nazi.
Etty Hillesum murió en noviembre de 1943 en el campo de concentración de Auschwitz, a los 29 años. Los dos últimos años de su vida, en Amsterdam, vivió una profunda renovación interior gracias a haber conocido en marzo de 1941 a Julius Spier, un psiquiatra que le introdujo en la fe. Gracias a esa experiencia, pudo vivir con una poderosa luz interior en medio del terror nazi.
Conocí la experiencia de esta mujer a través de las referencias que de ella hacía Jacques Philippe, en su libro "La libertad interior". Concretamente, me impactó profundamente una cita que el autor tomaba del diario de Etty Hillesum:
"Por todas partes se ven carteles en los que se prohíbe a los judíos transitar por los senderos que conducen al campo. Pero, por encima de ese poquito de carretera que nos queda permitido, se extiende el cielo entero. No pueden nada contra nosotros, absolutamente nada. Pueden hacernos la vida muy dura, pueden despojarnos de algunos bienes materiales, pueden quitarnos la libertad exterior de movimientos...;pero es nuestra lamentable actitud psicológica la que nos despoja de nuestras mejores fuerzas: la actitud de sentirnos perseguidos, humillados, oprimidos; la de dejarnos llevar por el rencor; la de envalentonarnos para ocultar nuestro miedo. Tenemos todo el derecho de estar de vez en cuando tristes y abatidos, porque nos hacen sufrir: es humano y comprensible. Y, sin embargo, la auténtica expoliación nos la infligimos nosotros. La vida me parece tan hermosa...y me siento libre. Dentro de mí el cielo se despliega tan grande como el firmamento. Creo en Dios y creo en el hombre, y me atrevo a decir sin falsa verguenza (...) Soy una mujer feliz y ¡sí!, me vuelco en alabanzas a esta vida en el año del Señor (hoy y siempre del Señor) 1942...¿qué año es de la guerra?"
Estas palabras de una joven judía feliz en la Holanda ocupada por los nazis me sacudió interiormente. ¿Cómo se puede ser feliz en medio de esa barbarie? Mi pregunta interior, de más calado, era: ¿es posible la felicidad en medio del sufrimiento extremo? A partir de entonces busqué todo aquello que me pudiera acercar a la experiencia de esta mujer, hasta que cayó en mis manos el libro "Etty Hillesum. Un itinerario espiritual. Amsterdam 1941-Auschwitz 1943" , un libro de Paul Lebeau que recoge la vida de esta joven y toda su experiencia interior a través de sus diarios y cartas. En él hay pasajes de una belleza espiritual extraordinaria. Inicialmente, me sorprendió su especial sensibilidad hacia todo aquello que le rodeaba, como si en ello viera la presencia constante del Dios que le amaba:
"La lluvia y la tempestad de los últimos días han destrozado el jazmín de detrás de la casa. Sus flores blancas flotan desparramadas más abajo, en los charcos negros que se han estancado sobre el tejado del garaje. Pero en alguna parte de mí este jazmín continúa floreciendo, tan exuberante y tan tierno como en el pasado. Y esparce sus efluvios alrededor de tu morada, Dios mío. ¡Fíjate cómo cuido de ti! No te ofrezco sólo mis lágrimas y mis tristes presentimientos . ¡En este domingo ventoso y grisáceo, te traigo hasta jazmín oloroso! Y te regalaré todas las flores que encuentre en mi camino; son muchas, ya verás. ¡Así te sentirás todo lo bien que sea posible en mi casa! Y para poner un ejemplo al azar: si, encerrada en una estrecha celda, viera flotar una nube a través de la reja de mi estrecha ventana, te la llevaré, Dios mío, si aún tengo fuerzas para ello"
Esta espiritualidad me empezó a recordar a la de Santa Teresita del Niño Jesús. Muestra una vivencia interior profunda de la que era consciente Etty y que bien mostraba en sus escritos:
"Hay en mi un pozo muy profundo. Y en ese pozo está Dios. A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras y escombros obstruyan el pozo, y Dios quede sepultado. Entonces es necesario volver a sacarlo a la luz" En otras anotaciones de su Diario encontramos: "Y ésa es la sensación que yo tengo de forma perpetua y constante: la de estar en tus brazos, Dios mío, protegida, abrigada, impregnada de una sensación de eternidad; como si el menor de mis actos , la palabra más anodina, se inscribiera sobre un fondo de grandeza, como si tuviera un sentido profundo"
En medio de esta experiencia interior, Etty Hillesum tiene una convicción muy clara que su vivencia la debe irradiar a los demás, no puede guardársela para ella misma: "No basta con predicarte, Dios mío, para exhumarte, para sacarte a la luz en los corazones de los otros. Es preciso despejar en el otro el camino que lleva a ti, Dios mío (...) A veces las personas son para mi como casas con las puertas abiertas (...) Te lo prometo, te lo prometo, Dios mío, te buscaré un alojamiento y un techo en el mayor número de casas posibles".
Corre el verano del año 1942. Esta joven holandesa es testigo cada vez de mayores redadas contra judíos en su barrio. A pesar de ello, no sucumbe al pesimismo y ve un sentido a todo lo que le rodea: "Quieren nuestro total exterminio...¡Está bien!: acepto esta nueva certeza. Ahora lo sé. No impondré a los demás mis angustias, y me abstendré de todo rencor hacia quienes no comprenden lo que nos sucede a nosotros, los judíos. Pero que una certeza adquirida socavada o debilitada por otra. Yo trabajo y vivo con la misma convicción, y encuentro la vida llena de sentido., sí, llena de sentido a pesar de todo, aunque apenas me atrevo a decirlo en sociedad"
Etty, aunque su vida interior se llene de eternidad, también tiene sufrimientos, pero lejos de vivirlos de forma egocéntrica, los asocia al sufrimiento de toda la humanidad. Y en dicha relación también encuentra un sentido: "Tanto en mis acciones como en mis sensaciones se introduce una pizca de eternidad. No soy la única que está cansada, enferma, triste o angustiada. Lo estoy al unísono con millones de otros seres humanos a través de los siglos. Todo esto es la vida. La vida es bella y está llena de sentido en medio de su absurdo, a poco que sepamos disponer en ella un sitio para todo y llevarla toda entera en su unidad. Entonces la vida, de un modo u otro, forma un conjunto perfecto. En cuanto rechazamos o queremos eliminar ciertos elementos, en cuanto nos entregamos a nuestro gusto y nuestro capricho para admitir tal aspecto de la vida y rechazar tal otro, entonces la vida se vuelve, efectivamente, absurda. En cuanto se pierde el conjunto, todo se vuelve arbitrario"
Etty Hillesum es trasladada a Westerbork, un campo de transición hacia Auschwitz. Allí continúa, inalterable, su itinerario interior: "Solo queria decirle esto: la angustia es grande y, sin embargo, por la noche, por la noche, cuando el día transcurrido se ha hundido detrás de mí en las profundidades, me sucede a menudo que bordeo con paso ágil las alambradas, y siempre siento ascender de mi corazón-sin que yo pueda hacer nada, porque es así, todo eso procede de una fuerza elemental-el mismo hechizo: la vida es una cosa maravillosa y grande. Después de la guerra, tendremos que construir un mundo enteramente nuevo"
Finalmente Etty Hillesum es trasladada a Auschwitz, donde finalmente morirá. Diecinueve días antes de esta deportación final, desde el campo de Westerbork, escribe estas palabras: "Dios mío, Tú que me has enriquecido tanto, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, Dios mío, un largo diálogo. Cuando me encuentro en un rincón del campo, con los pies plantados en tu tierra y los ojos elevados hacia tu cielo, el rostro se me inunda a menudo de lágrimas, único exutorio de mi emoción interior y de mi gratitud. También por la noche, cuando acostada en mi litera me recojo en Tí, Dios mío, lágrimas de gratitud inundan a veces mi rostro, y eso es mi oración".
"Ella muestra un camino de unión con Dios en medio de un mundo de sufrimientos horribles. En el campo de concentración en Holanda, donde había a veces diez mil hombres, mujeres y niños judíos que esperaban el tren que les llevaría a Auschwitz, ella habla de su experiencia de Dios. No grita a Dios con rabia, no suplica a Dios que venga en su ayuda. Revela a un Dios que espera a la puerta de nuestros corazones, que espera que abramos nuestros corazones para que pueda entrar dentro nosotros para darnos su paz. El único deseo de Etty es ayudar a cada persona a descubrir que ella “es una casa donde Dios vive”. JEAN VANIER, Etre prophète aujourd’hui (Ser profeta hoy), mayo de 2003.
"Pienso también en la figura de Etty Hillesum, una joven holandesa de origen judío que morirá en Auschwitz. Inicialmente lejos de Dios, le descubre mirando profundamente dentro de ella misma y escribe: «Un pozo muy profundo hay dentro de mí. Y Dios está en ese pozo. A veces me sucede alcanzarle, más a menudo piedra y arena le cubren: entonces Dios está sepultado. Es necesario que lo vuelva a desenterrar» (Diario, 97). En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisamente en medio de la gran tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: «Vivo constantemente en intimidad con Dios». BENEDICTO XVI. Audiencia general del 13 de Febrero de 2013
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Estas palabras de una joven judía feliz en la Holanda ocupada por los nazis me sacudió interiormente. ¿Cómo se puede ser feliz en medio de esa barbarie? Mi pregunta interior, de más calado, era: ¿es posible la felicidad en medio del sufrimiento extremo? A partir de entonces busqué todo aquello que me pudiera acercar a la experiencia de esta mujer, hasta que cayó en mis manos el libro "Etty Hillesum. Un itinerario espiritual. Amsterdam 1941-Auschwitz 1943" , un libro de Paul Lebeau que recoge la vida de esta joven y toda su experiencia interior a través de sus diarios y cartas. En él hay pasajes de una belleza espiritual extraordinaria. Inicialmente, me sorprendió su especial sensibilidad hacia todo aquello que le rodeaba, como si en ello viera la presencia constante del Dios que le amaba:
"La lluvia y la tempestad de los últimos días han destrozado el jazmín de detrás de la casa. Sus flores blancas flotan desparramadas más abajo, en los charcos negros que se han estancado sobre el tejado del garaje. Pero en alguna parte de mí este jazmín continúa floreciendo, tan exuberante y tan tierno como en el pasado. Y esparce sus efluvios alrededor de tu morada, Dios mío. ¡Fíjate cómo cuido de ti! No te ofrezco sólo mis lágrimas y mis tristes presentimientos . ¡En este domingo ventoso y grisáceo, te traigo hasta jazmín oloroso! Y te regalaré todas las flores que encuentre en mi camino; son muchas, ya verás. ¡Así te sentirás todo lo bien que sea posible en mi casa! Y para poner un ejemplo al azar: si, encerrada en una estrecha celda, viera flotar una nube a través de la reja de mi estrecha ventana, te la llevaré, Dios mío, si aún tengo fuerzas para ello"
Esta espiritualidad me empezó a recordar a la de Santa Teresita del Niño Jesús. Muestra una vivencia interior profunda de la que era consciente Etty y que bien mostraba en sus escritos:
"Hay en mi un pozo muy profundo. Y en ese pozo está Dios. A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras y escombros obstruyan el pozo, y Dios quede sepultado. Entonces es necesario volver a sacarlo a la luz" En otras anotaciones de su Diario encontramos: "Y ésa es la sensación que yo tengo de forma perpetua y constante: la de estar en tus brazos, Dios mío, protegida, abrigada, impregnada de una sensación de eternidad; como si el menor de mis actos , la palabra más anodina, se inscribiera sobre un fondo de grandeza, como si tuviera un sentido profundo"
En medio de esta experiencia interior, Etty Hillesum tiene una convicción muy clara que su vivencia la debe irradiar a los demás, no puede guardársela para ella misma: "No basta con predicarte, Dios mío, para exhumarte, para sacarte a la luz en los corazones de los otros. Es preciso despejar en el otro el camino que lleva a ti, Dios mío (...) A veces las personas son para mi como casas con las puertas abiertas (...) Te lo prometo, te lo prometo, Dios mío, te buscaré un alojamiento y un techo en el mayor número de casas posibles".
Corre el verano del año 1942. Esta joven holandesa es testigo cada vez de mayores redadas contra judíos en su barrio. A pesar de ello, no sucumbe al pesimismo y ve un sentido a todo lo que le rodea: "Quieren nuestro total exterminio...¡Está bien!: acepto esta nueva certeza. Ahora lo sé. No impondré a los demás mis angustias, y me abstendré de todo rencor hacia quienes no comprenden lo que nos sucede a nosotros, los judíos. Pero que una certeza adquirida socavada o debilitada por otra. Yo trabajo y vivo con la misma convicción, y encuentro la vida llena de sentido., sí, llena de sentido a pesar de todo, aunque apenas me atrevo a decirlo en sociedad"
Etty, aunque su vida interior se llene de eternidad, también tiene sufrimientos, pero lejos de vivirlos de forma egocéntrica, los asocia al sufrimiento de toda la humanidad. Y en dicha relación también encuentra un sentido: "Tanto en mis acciones como en mis sensaciones se introduce una pizca de eternidad. No soy la única que está cansada, enferma, triste o angustiada. Lo estoy al unísono con millones de otros seres humanos a través de los siglos. Todo esto es la vida. La vida es bella y está llena de sentido en medio de su absurdo, a poco que sepamos disponer en ella un sitio para todo y llevarla toda entera en su unidad. Entonces la vida, de un modo u otro, forma un conjunto perfecto. En cuanto rechazamos o queremos eliminar ciertos elementos, en cuanto nos entregamos a nuestro gusto y nuestro capricho para admitir tal aspecto de la vida y rechazar tal otro, entonces la vida se vuelve, efectivamente, absurda. En cuanto se pierde el conjunto, todo se vuelve arbitrario"
Etty Hillesum es trasladada a Westerbork, un campo de transición hacia Auschwitz. Allí continúa, inalterable, su itinerario interior: "Solo queria decirle esto: la angustia es grande y, sin embargo, por la noche, por la noche, cuando el día transcurrido se ha hundido detrás de mí en las profundidades, me sucede a menudo que bordeo con paso ágil las alambradas, y siempre siento ascender de mi corazón-sin que yo pueda hacer nada, porque es así, todo eso procede de una fuerza elemental-el mismo hechizo: la vida es una cosa maravillosa y grande. Después de la guerra, tendremos que construir un mundo enteramente nuevo"
"Ella muestra un camino de unión con Dios en medio de un mundo de sufrimientos horribles. En el campo de concentración en Holanda, donde había a veces diez mil hombres, mujeres y niños judíos que esperaban el tren que les llevaría a Auschwitz, ella habla de su experiencia de Dios. No grita a Dios con rabia, no suplica a Dios que venga en su ayuda. Revela a un Dios que espera a la puerta de nuestros corazones, que espera que abramos nuestros corazones para que pueda entrar dentro nosotros para darnos su paz. El único deseo de Etty es ayudar a cada persona a descubrir que ella “es una casa donde Dios vive”. JEAN VANIER, Etre prophète aujourd’hui (Ser profeta hoy), mayo de 2003.
"Pienso también en la figura de Etty Hillesum, una joven holandesa de origen judío que morirá en Auschwitz. Inicialmente lejos de Dios, le descubre mirando profundamente dentro de ella misma y escribe: «Un pozo muy profundo hay dentro de mí. Y Dios está en ese pozo. A veces me sucede alcanzarle, más a menudo piedra y arena le cubren: entonces Dios está sepultado. Es necesario que lo vuelva a desenterrar» (Diario, 97). En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisamente en medio de la gran tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: «Vivo constantemente en intimidad con Dios». BENEDICTO XVI. Audiencia general del 13 de Febrero de 2013
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