"En otra ocasión estábamos cavando una zanja. El amanecer sembraba una luz grisácea. Gris el cielo y gris la nieve, bañada por la luz del alba; grises los harapos que malamente cubrían los cuerpos de los prisioneros y también grises sus rostros. Mientras trabajaba, mi imaginación se escapó otra vez a conversar quedamente con mi esposa o, tal vez, intentaba escudriñar la razón de mis sufrimientos, de aquella lenta agonía. En una última y violenta protesta contra lo inexorable de una muerte inminente, sentí como si mi espíritu rasgara mi tristeza interior y se elevara por encima de aquel mundo desesperado, insensato, y por algún lugar escuché un victorioso "sí" en respuesta a mi pregunta sobre si la vida escondía en último término algún sentido.

Estuve muchas horas despedazando la tierra helada. El guarda pasaba junto a mí y me insultaba, pero yo continuaba charlando con mi amada. La presentía a mi lado, conmigo, cada vez con más intensidad. Sentía que casi podía tocarla, que si extendía mi mano cogería la suya. Fue una sensación terriblemente viva: ella estaba allí realmente. En ese mismo instante un pájaro alzó un breve vuelo y se posó junto a mí, sobre el montón de tierra que había extraído de la zanja, y se me quedó mirando fijamente" VIKTOR FRANKL. El hombre en busca de sentido. Editorial Herder (1979)
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