"Me gustaría solamente subrayar que Dios y Cristo caminan con nosotros y
están presentes también en la naturaleza, como afirmó san Pablo en el
discurso al Aerópago: «En Dios vivimos, nos movemos y existimos»
(Hch 17,28). Cuando leemos en el Génesis el relato de la Creación,
corremos el riesgo de imaginar que Dios ha sido un mago, que con una
varita mágica iba haciendo todas las cosas. Pero no fue así. Él ha
creado los seres y los ha dejado desarrollar según las leyes internas
que Él ha puesto en cada uno, para que se desarrollasen y para que
llegasen a la propia plenitud. Él ha dado autonomía a los seres del
universo, y al mismo tiempo ha asegurado su presencia continua, dando el
ser a cada realidad. Y así la creación ha ido avanzando por siglos y
siglos, milenio tras milenio, hasta que se ha convertido en lo que
conocemos hoy, precisamente porque Dios no es un demiurgo o un mago,
sino el Creador que da el ser a todos los entes. El inicio del mundo no
es obra del caos, y debe a otro su origen, sino que deriva directamente
de un Principio supremo que crea por amor. El Big Bang que hoy se sitúa
en el origen del mundo no contradice la intervención creadora divina,
sino que la exige. La evolución de la naturaleza no contrasta con la
noción de creación, porque la evolución presupone la creación de los
seres que se desarrollan" (Del discurso del PAPA FRANCISCO en ocasión de la inauguración de un busto del Papa Emérito Benedicto XVI en la Pontificia Academia de las Ciencias. 27/10/2014)
"Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.
Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario,
años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para
acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la
ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que
incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de
cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido
identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.
Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es
gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras.
El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite
que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y
desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta
es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez
porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que
el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.
Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si
queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un
sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que
en él habita, el amor es la única y la última respuesta.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un
artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y
la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida
Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y
todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi
corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea
demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo,
necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última
respuesta!. Tu padre: Albert Einstein". (Fragmento de una carta de ALBERT EINSTEIN a su hija Lieserl)