"El día está triste, unas nubes muy feas, un viento “si es no es” fuerte,
algunas gotas de agua que caen como de mala gana y que lamen los
cristales y, dominándolo todo, un frío digno del país y de la época.
Lo
cierto es que aparte del frío, que lo noto en mis helados pies y
refrigeradas manos, todo esto se puede decir que casi me lo imagino,
pues apenas he mirado la ventana. La tarde que padezco hoy es turbia, y
turbio me parece todo. Algo me abruma el silencio, y parece que unos
diablillos están empeñados en hacerme rabiar, con una cosa que yo llamo
recuerdos… Paciencia y esperar.
En mis manos han puesto una
navaja, y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas
muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al
natural, tan grandes y tan fríos ¡Qué le vamos a hacer!, no hay más
remedio que pelarlos.
El tiempo pasa lento, y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados.
Los
diablillos me siguen dando guerra ¡¡Que haya yo dejado mi casa para
venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente
es algo ridículo esto de pelar nabos, con esa seriedad de magistrado de
luto.
Un demonio pequeñito, y muy sutil, se me escurre muy
adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos,
mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, berzas y
nabos.
El día está triste… No miro la ventana, pero lo adivino.
Mis manos están coloradas, coloradas como los diablillos; mis pies
ateridos… ¿Y el alma? Señor, quizás el alma sufriendo un poquillo… Mas
no importa…, refugiémonos en el silencio.
Transcurría el tiempo,
con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz
como el viento, una luz potente penetra mi alma… Una luz divina, cosa de
un momento… Alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Qué estoy
haciendo? ¡Virgen Santa!! ¡qué pregunta! Pelar nabos… ¡pelar nabos!
¿Para qué?... Y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: pelo
nabos por amor…, por amor a Jesucristo.
(...)
En el mundo
se desaprovecha mucho, pero es que el mundo distrae… Tanto vale en el
mundo el amar a Dios en el hablar, como en la Trapa en el silencio; la
cuestión es hacer algo por Él…, acordarse de Él… El sitio, el lugar, la
ocupación, es indiferente.
Dios me puede hacer tan santo pelando patatas que gobernando un Imperio.
Qué
pena que el mundo esté tan distraído…, porque he visto que los hombres
no son malos…, y que todos sufren, pero no saben sufrir…
Si por
encima de la frivolidad, si por encima de esa capa de falsa alegría con
que el mundo oculta sus lágrimas, si por encima de la ignorancia de lo
que es Dios, elevaran un poco los ojos a lo alto…, seguramente les
ocurriría lo que al fraile de los nabos…, muchas lágrimas se enjugarían,
muchas penas se endulzarían y muchas cruces se amarían para poder
ofrecerlas a Cristo.
Cuando terminó el trabajo, y en la oración
me puse al pie de Jesús muerto…, allí a sus plantas deposité un cesto de
nabos peladitos y limpios… No tenía otra cosa que ofrecerle, pero a
Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos,
sean Imperios.
La próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean
las que sean, aunque estén frías y heladas, le pido a María no permita
se acerquen los diablillos rojos a hacerme rabiar. En cambio, le pido me
envíe a los ángeles del cielo, para que yo pelando y ellos llevando en
sus manos el producto de mi trabajo, vayan poniendo a los pies de la
Virgen María rojas zanahorias; a los pies de Jesús, blancos nabos, y
patatas y cebollas, coles y lechugas…
En fin, si vivo muchos años
en la Trapa, voy a hacer del cielo una especie de mercado de
hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga basta de pelar…, suelta
la navaja y el mandil y ven a gozar de lo que has hecho…, cuando me vea
en el cielo entre Dios y los santos, y tanta legumbre…, Señor Jesús, no
podré por menos de echarme a reir" HERMANO RAFAEL Mi cuaderno. San Isidro. 12 de diciembre de 1936